Emergencia Social: “No alcanza con tener razón”

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Por Natacha Ghergo:

Responsable del MOVIMIENTO EVITA Hurlingham.

Concejal del FPV/PJ

La sede central de la CGT en la calle Azopardo, alberga en sus paredes la memoria histórica de muchos de los momentos más felices de nuestro pueblo. Recorrer sus pasillos puede ser un ejercicio para transportarse en el tiempo y escuchar el eco de los laburantes marchando hacia la conquista de sus derechos. Sentada en el salón Felipe Vallese, en la presentación del libro «El Mensaje del Pescador» de Juan Carlos Schmid, escucho a Héctor Daer decir que «la CGT es la casa de todos los trabajadores, sin distinción entre formales e informales». Y esa frase cobró una potencia avasallante cuando caí en la cuenta de que gran parte del auditorio, estaba compuesto por organizaciones de trabajadores informales, la mayoría nucleadas en la CTEP – Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.

En algún momento la CGT parida por el peronismo y la CTEP con apenas seis años de vida, se entendieron como organizaciones hermanas que se necesitan para avanzar en la conquista de los derechos de todos los trabajadores y trabajadoras. De la misma manera, en algún momento las organizaciones políticas que damos la pelea para recuperar el gobierno nacional y provincial, y desde allí mejorar la vida de los que más lo necesitan, avanzaremos hacia el mismo entendimiento porque la pelea no es con nosotros mismos.

En este sentido la Ley de Emergencia Social se constituye a la vez en una conquista por las reivindicaciones que plantea (entiéndase bien; las posibles en esta coyuntura), pero sobre todo por lo que significa en términos de avanzar hacia la unidad del sujeto social y político que necesariamente debe ser el eje de nuestro proyecto: el trabajador, sea este formal o informal. Así la discusión sobre la economía popular deja de ser una cuestión de categorías analíticas para transformarse, a la intemperie de cualquier academicismo, en la discusión del modelo de país que queremos.

El acuerdo paritario firmado por la CTEP, la CCC, Barrios de Pie y unas cuarenta organizaciones sociales, más allá de las polémicas, es el producto de una lucha que se viene dando en la calle con apoyo de la CGT, la Pastoral Social de la Iglesia y la CTA entre otros. Ese acuerdo empezó a escribirse en el acampe en Plaza de Mayo pidiendo la libertad de Milagro Sala, en la marcha de los trabajadores del 29 de abril, en la marcha de las organizaciones desde San Cayetano a Plaza de Mayo el 7 de agosto, la Marcha Federal, la marcha del 18 de noviembre por la Ley de Emergencia Social.

Nuestro principal desafío como dirigentes políticos, acaso sea no invalidar ninguna de las luchas de las organizaciones hermanas, sino comprenderlas como complementarias. Es un compañero el que pinta afiches en los pasillos de la universidad, el que arma el campeonato de fútbol en su club de barrio, el que organiza a los trabajadores en su laburo, la doña que revuelve la olla para llenar la panza y el corazón de nuestros pibes. Todas aquellas expresiones que den pelea a este ajuste fenomenal en el que nos ha sumergido un gobierno neoliberal que se presentó ante el pueblo como lobo con piel de cordero. Militar esa unidad es nuestra tarea.

Esa patria justa, libre y soberana que conocemos es más que un momento de felicidad de nuestro pueblo; es una idea, una brújula que nos orienta en momentos aciagos. En ese camino nos encontramos, nos reconocimos, nos elegimos más de cuarenta movimientos populares que

impulsamos la iniciativa, algunos con más de tres décadas de lucha a cuestas, otros, movimientos jóvenes que irrumpen en el escenario de la política para transformarlo. Desde el Movimiento Evita sabemos que no alcanza con tener razón; es necesario construir una nueva mayoría con anclaje en las mejores tradiciones de nuestra historia, pero que también se constituya en una opción de futuro para todo aquel que «necesita volver a creer que mañana va a ser mejor que hoy», como dice nuestro compañero Emilio Pérsico.

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