Martín  Yrigoyen: El sobrino predilecto de Alem

Adelanto del libro «Hurlingham. Todos los tiempos»

La Unión Cívica Radical tiene sus raíces en las revoluciones de 1890, 1893 y la de 1905. De todas ellas fue protagonista Martín Yrigoyen, hermano de Hipólito y dueño de la chacra El Atalaya, ubicada en la zona ubicada entre el camino a Bella Vista (Pedro Díaz y el arroyo Soto). Leandro Alem, su tío, fue un habitual residente de esa chacra.

Por Rody Rodríguez.

Uno de los vecinos de Hurlingham de mayor renombre dentro del radicalismo, fue Martín Demetrio Yrigoyen Alen, hermano menor de Hipólito Yrigoyen.

Martín nació el 8 de octubre de 1854, hijo del francés Martín Yrigoyen Dolhagaray y de Marcelina Antonia Alén Ponce de León (hermana de Leandro Alem).

Hay varias versiones respecto a los apellidos, porque en muchos documentos aparece el apellido de Martín iniciado con «I», en otras con «H» pero mayoritariamente con «Y». Lo mismo ocurre con Alén, el apellido es con «n» final, pero Leandro lo modificó reemplazando la «n» final por una «m» y él mismo se agregó la letra «N» como inicial de un segundo nombre que todavía se debate si corresponde a Nicéforo o como el propio Leandro decía, que la «N» significaba «nada».

Martín Yrigoyen fue un militar que llegó al grado de coronel y que participó de la Guerra del Paraguay y la llamada Conquista del Desierto, así como también en las batallas producidas en San José de Flores y Corrales (Mataderos) durante la Revolución de 1880.

En 1890, bajo las órdenes de su hermano Hipólito y de su tío Leandro tuvo un rol protagónico en la Revolución del Parque de Artillería que dio origen a la creación de la Unión Cívica Radical.

Fue comandante militar en jefe de todas las fuerzas revolucionarias de la rebelión radical de 1893 y electo Diputado Nacional de la UCR por la provincia de Buenos Aires ocupando su banca entre 1894 y 1898.

Martín, que ya había adquirido junto a Hipólito la estancia El Quemado, cerca de Bahía Blanca, era propietario también de una chacra en Hurlingham que solía usar los fines de semana: El Atalaya. En esa chacra vivió algún tiempo Leandro Alem que mantuvo una relación estrecha y de afecto privilegiado para con su sobrino Martín, este a su vez siempre buscó la forma de ayudarlo, de estar cerca de Alem, sobre todo luego de que la salud y su economía del tío comenzara a deteriorarse acelerada-mente.

Miguel Ángel de Marco autor de Alem: caudillo popular, profeta de la República cuenta que luego de la Revolución del 90, Leandro Alem dedicó su tiempo, sus energías (y su dinero) en consolidar la Unión Cívica Radical. Abandonó su trabajo de abogado y solo se concentró en la lucha cívica. Las revoluciones de 1893 llevaron a Alem a la prisión, y en los años sucesivos contrajo deudas para que su familia subsistiera.

Pero hubo un problema mayor: el distanciamiento irreconciliable de Alem con Hipólito Yrigoyen.

Hipólito cuestionó el liderazgo de Leandro y este lo calificó de traidor, pero además hubo serios conflictos por razones amorosas. Tío y sobrino tenían en común no solo la pasión por la política sino también la pasión, a veces incontrolable, por las mujeres. Y al parecer hubo intereses cruzados en esa materia.

Todo eso empujó a Alem a una depresión indisimulable. Su sobrino Martín lo ayudó dándole hospedaje en El Atalaya, suponiendo que el aire puro del oeste, el paisaje campestre de la quinta hurlinghense serviría para levantar el ánimo de Leandro.

No fue así. Diego Barovero, Presidente Instituto Nacional Yrigoyeneano, refiere a que la frustración que Alem sentía por la mala relación con su sobrino Hipólito lo llevó a intentar quitarse la vida en un par de ocasiones mien-tras vivía en Hurlingham.

Martín y su tío Leandro pasaron muchas horas de tertulias en la quinta El Atalaya, que ya se había convertido en una especie de vivienda alternativa de don Leandro que tenía su domicilio en la Capital, en la calle Cuyo (actual Sarmiento) entre Callao y Rodríguez Peña.

En la noche del 1° de julio de 1896 Leandro convocó a su sobrino y otra media docena de amigos a su casa porteña. Les dijo que volvía en 5 minutos y tomó un carruaje hacia el Club El Progreso, a pocas cuadras de allí. En ese carruaje Leandro Alem se suicidó de un balazo en la cien. Bien premeditado, llevaba consigo varias cartas dirigidas a los que había convocado a su casa.

A su sobrino Martín le escribió: «muy agradecido a todas tus últimas finezas y atenciones, eres bueno y noble y muero con verdadero cariño por ti». También le dejó otros dos paquetes, uno con dinero para pagar algunas cuentas pendientes y otro con más cartas, entre ellas el documento conocido como Testamento Político, aquel que entre otras cosas dice: «He terminado mi carrera, he concluido mi misión… Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Si! Que se rompa pero que no se doble. (…) Entrego decorosa y dignamente lo que me queda, mi última sangre, el resto de mi vida. (…) ¡Adelante los que quedan!».

El 20 de octubre de 1900 Martín Yrigoyen se casó con Sara Máxima Bonorino Roballos. Para Sara la chacra El Atalaya fue un lugar de preferencia que el matrimonio y sus hijos solían usar los fines de semana.

Como en la revoluciones de 1890 y 1893, Martín volvió a participar de la revuelta radical de febrero de 1905, esta vez con mayor protagonismo, pero el intento de derrocar al presidente Manuel Quintana fracasó y Martín se refugió en la quinta de Hurlingham.

Martín Yrigoyen y Sara Bonorino tuvieron 8 hijos, Sara, Martín, Elida, Roque, Marta, Blanca, Celia y María Susana.

Después de tantos años de lucha, Martín pudo ver triunfador a su hermano Hipólito en las elecciones que lo consagraron como el primer presidente de la Nación electo en comicios obligatorios, secretos y universales. Pero no pudo verlo asumir, apenas tres días después de las elecciones, el 5 de abril de 1916, Martín Yrigoyen falleció a los 61 años.

Su viuda, Sara Bonorino, realizó numerosas acciones de bien público en Hurlingham, por ejemplo fue una de las principales benefactoras de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, además de colaborar con la construcción de otras capillas católicas en la Capital Federal y en la provincia de Buenos Aires.

La chacra El Atalaya, que había le había servido de refugio a Martín en los tiempos revolucionarios, fue comprada por Félix Günther, uno de los civiles que años después integró el grupo de conspiradores más cercanos a José Félix Uriburu en el golpe que derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930. Y no solo eso, Uriburu como cabecilla de la sublevación y ante el temor de ser apresado, se ocultó en varios domicilios entre el 1 y el 6 de setiembre. Su último escondite fue El Atalaya en Hurlingham.

El Comité Radical de Hurlingham ubicado en Vergara 4540, lleva el nombre de Martín Irigoyen.

Sara Bonorino de Yrigoyen falleció el 2 de mayo de 1959 a los 85 años.

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