El inaudito costo de querer pertenecer

Por Rody Rodríguez | No hay una sola consulta de opinión que no anticipe una leve ventaja de Cambiemos sobre Unidad Ciudadana en las elecciones generales de la semana próxima en la provincia de Buenos Aires; del mismo modo que todas coinciden en anticipar resultados holgadamente favorables para la candidata macrista Lilita Carrió en la Capital Federal y auspiciosos resultados del macrismo en el resto del país.
Con la misma rigurosidad, distintas consultoras señalan un notable deterioro en la calidad de vida de los sectores bajos y medios de la sociedad. Caída del consumo, incremento en los precios de los alimentos, de los servicios, del combustible, o el más doloroso de los incrementos que es el de la mortalidad infantil en la provincia de Buenos Aires, más el crecimiento de la desocupación, el deterioro constante del salario, para no hablar del alarmante retroceso en materia de derechos humanos, entre muchos otros datos de este tiempo.
Pero para que el macrismo obtenga resultados favorables como los que se prevén, es indispensable que cuente con el voto de una gran porción de los sectores más lastimados por la política del gobierno nacional. Y es indudable que esto es así aunque resulte contradictorio.
Lo cierto es que el gobierno de Mauricio Macri, que desde hace dos años aplica en la Argentina las más antipopulares recetas de derecha, cuenta con un fuerte respaldo de gran parte de la sociedad que no es justamente la beneficiada con esa gestión.
La derecha siempre gobernó por medio de dictaduras, o pactando –con algunas concesiones- con gobiernos democráticos que traicionaron sus orígenes, como el menemismo en los 90.
Ahora gobierna a través del voto popular. Ya no necesitan de golpes de Estado o mediadores dispuestos a vender sus desvencijados principios.
¿Cómo la derecha logró consolidarse como un poder democrático?
El rol de los medios de comunicación más poderosos no es menor, pero el comportamiento de la clase media es clave para entender ese fenómeno.
La clase media, o su gran mayoría al menos, no es progresista. Lo nacional y popular está arraigado en las clases más bajas. Gran parte de la clase media respaldó un proceso progresista como lo fueron los gobiernos kirchneristas por conveniencia económica.
Esa clase media, a la que Arturo Jauretche llamaba medio pelo argentino, se sensibilizó más reclamando la liberación del Bambino Veira que la de Milagro Sala. No le interesa la libertad de expresión y mucho menos la democratización de los medios. Son propulsores de la mano dura y hasta de la pena de muerte. Tienen una moral bipolar, se estremecen y se angustian por el destino de una elefanta enferma en un zoológico, pero le desean la muerte y el peor de los sufrimientos a un ser humano que piensa distinto.
Tienen convicciones terminantes y retrógradas: el consumidor de drogas es un delincuente y cuanto más humilde más peligroso; el gay es un enfermo y en cuanto a la violencia de género son selectivos, porque hay mujeres «que se las buscan». Son los creadores del nefasto «por algo será, algo habrán hecho» de los años 70.
Esa clase media es la gran benefactora de la clase alta. John William Cooke decía «Los pobres que votan a la derecha, son como los perros… cuidan la mansión, pero duermen afuera».
Ocurre que esos pobres, o esa clase media, vota a la clase dominante, creyendo ser parte de esa clase.
Ese sector mayoritario, durante los años del kirchnerismo mejoró su condición social. La mejoró pero no cambio de status. Pudo darse gustos que no les eran habituales. Tal vez cambiaron de casa o la refaccionaron, se compraron un 0 km, vacacionaron seguido, viajaron al exterior (la mayoría por primera vez), solían ir al cine, a recitales, a comer en lugares bonitos, se compraban más ropa de la necesaria, consumían primeras marcas, se dieron nuevos gustos, y les costó reconocer que seguían siendo de clase media. Creen pertenecer a una clase superior y para sentir esa pertenencia votan como si fueran de clase alta.
Se olvidan -y hasta desprecian- a quienes les hicieron mejorar su condición social. Votan a la derecha que utiliza esos votos para construir una mayoría que les permita mantener los privilegios a la clase alta.
La clase media cholula sueña que esos privilegios -o las migajas de esos privilegios- les pueden caer a ellos y para no repartir esas migajas alientan que haya políticas que excluyen a los más pobres. Es el ejemplo de subte lleno. El tipo espera el subte en medio de un enjambre de gente. Cuando llega, apunta a la puerta y empuja desesperadamente para entrar, cuando lo logra, «traba» su cuerpo y hace fuerza para que nadie pueda empujarlo a él y trata de ese modo que no suba nadie más. En su intención de viajar un poco más cómodo no le interesa que otro pueda subir.
De ese egoísmo, de esa ignorancia, de esa desesperación por «pertenecer» se nutren hoy las privilegiadas minorías de derecha para jactarse de ser una fuerza democrática.

3 Comentarios

  1. Estimado : estos comentarios y planteos pueden «impresionar» a los más jóvenes , no a quienes vivimos en el país desde 1956, y a los que no se puede engañar tan fácilmente.
    Rody: gobernaron la pcia de Bs As durante casi 30 años ininterrumpidamente, el país , hace la cuenta desde cuando quieras y en cargarle el 30. % veras quienes tienen las mayores responsabilidades. A quien quieren responsabilizar? 40% de la economía en negro,concentración económica , pérdida del autoabastecimiento energético. Los » años buenos» coinciden con los años de la soja a u$S 650 la tonelada. Ni hablar del daño de la Corrupción de Estado instaurada por la última administración , sin mencionar el avance del narcotráfico.
    Por favor dejen de calificar a quienes con razones busca alternativas a esta corporación política que nos gobernó y que sostuvo y acrecentó la dependencia de gran parte de la población de las dádivas o prebendas, aprovechando para enriquecerse en lo personal

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