El acuñismo trata de evitar el bochorno ante la inevitable derrota

Nota 3
Por Rody Rodríguez ||

Caras largas, gestos adustos, síntomas de preocupación, un clima de constante y creciente tensión, son las características de estos días en la Municipalidad de Hurlingham.

“¿Preocupan las encuestas?” podría preguntar algún distraído a pura lógica. No es solo eso, hay preocupaciones mayores.

Aunque los escuálidos números de casi todas las encuestas deberían sumir a la cúpula del gobierno comunal en un estado masivo de depresión, no es la muy posible derrota electoral lo que colma de angustia los ambientes de la municipalidad.

Luis Acuña termina su larga gestión de 14 años de una manera bochornosa, y eso es peor que la derrota.

Dos causas judiciales lo tienen en jaque, mientras que sus funcionarios buscan el momento más oportuno para huir del gobierno. No obstante el jefe comunal pone voluntad y en esta etapa es en la que tuvo más presencia en las calles. Pero eso sí, sale a hacer campaña ocupando la mayor cantidad del tiempo criticando a sus adversarios. Habla más de Juan Zabaleta que de él mismo y eso es un tremendo signo de debilidad.

Para colmo la comitiva que lo acompaña en las recorridas barriales no ayuda demasiado. Un comentario escuchado en Barrio Cartero sobra como ejemplo: mientras Acuña trataba de repartir sonrisas en la galería comercial de ese popular barrio, uno de sus militantes charlaba con dos vecinos reconociendo la inutilidad de la caminata: “Ya es tarde, salimos ahora por que no queda otra, laburamos en la Muni y tenemos que acompañar, pero esto no se remonta ni a gancho. Estamos cada vez peor”. La confesión del empleado acuñista no es más que una muestra de la resignación y pesimismo que invade al massismo local.

Como si fuera poco, el acuñismo debe organizar la campaña electoral en medio de denuncias penales. Como ya se informó, a la ya famosa Causa FASIEM por lavado de dinero y evasión de impuestos en la que está imputada toda la familia Acuña, se suma otra por incumplimiento de los deberes de funcionario público, por el vergonzoso contrato de un policía exonerado para que se haga cargo de la seguridad pública.

Este último escándalo tomó estado público, justo cuando desde el gobierno municipal querían que impactara en los medios, una denuncia armada contra un empleado de la oficina de tránsito.

La estrategia, (bastante burda) tenía dos objetivos, por un lado mostrar una administración honesta y cristalina y por el otro involucrar al kirchnerismo en un hecho de corrupción.

Para eso, denunciaron el descubrimiento por parte de los empleados de la Dirección de Tránsito y Transporte de “severas irregularidades en el otorgamiento de licencias de conducir”. Para ello usaron a Luis Gaggioli, que había quedado a cargo de tránsito en reemplazo de Francisco Cubilla, (que había renunciado para incorporarse al Frente para la Victoria).

“Mandaron al muere” a Gaggioli acusándolo de haberse “enriquecido ilegalmente con un accionar delictivo”, hecho que, por supuesto, involucra a Cubilla. Para que la operación tuviera mayor impacto, sacaron a Gaggioli de su oficina como si fuera un asesino serial. Lo llevaron hacia un patrullero escoltado por la policía.

La medida ejemplificadora y purificadora del acuñismo tuvo poco efecto, porque simultáneamente se conocía la denuncia de organismos de derechos humanos contra el intendente y algunos funcionarios, por la contratación de efectivos exonerados de la policía para que se ocupe de la seguridad en el Municipio.

Mientras tanto, se suman los nombres de los funcionarios que abandonan la gestión municipal. Uno que estuvo (o que está) más cerca de irse que de quedarse es el secretario de Hacienda, Juan Carlos Mairano. Mientras que la que sí efectivizó su renuncia fue la Directora de Defensa al Consumidor, María Elena Voragua.

Todas las semanas se va algún funcionario. Es imposible gobernar de este modo.

Mucho menos querer demostrar un clima de optimismo en medio de tantas adversidades.

Entre otras operaciones también se pretendió hacer creer que Luis Acuña podía lograr que el dirigente del PRO, Lucas Delfino, renunciara a su candidatura para que el Frente Renovador enfrentara con chances a Zabaleta en las elecciones generales.

Se decía que la idea de Acuña, “era bajar al postulante del PRO, incorporarlo a su gabinete y ubicarlo en la cantera de la sucesión para 2019. A cambio, Delfino debía bajar su lista”.

Si bien es cierto que a Luis Acuña le sobran puestos para ofrecer en su gabinete, (cada vez más reducido por efectos de las constantes renuncias de las que se hizo referencia), pensar en que Delfino postergue sus aspiraciones es absurdo.

Un dato no menor es que en todas las últimas encuestas Delfino supera a Acuña, y si las elecciones fueran hoy, el intendente estaría relegado al tercer puesto.

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