Julio Monge, el último hippie

Por Rody Rodríguez.

A los 77 años falleció Julio Monge, artesano desde siempre y uno de esos vecinos que por personalidad y carisma, se convirtieron en una figura entrañable. Foto de Raúl Coria.

Es inevitable relacionar a Julio Monge con el movimiento hippie surgido hace más de 50 años, aunque a Julio no le gustaba del todo que se lo encasillara así. Él siempre decía que antes de que se lo llamara hippie, prefería ser considerado simplemente un artesano, eso si, «artesano de raza».

Lo cierto es que cuando se conoció la noticia de su fallecimiento, el pasado 25 de enero, muchos de sus amigos y conocidos, coincidieron en lamentar su partida diciendo «se fue el último hippie».

La Plaza Alvear en Recoleta, más conocida como Plaza Francia, fue su hábitat natural. Allí tuvo su puesto desde los años 70, en los orígenes de la Feria, cuando un puñado de artesanos comenzó a exponer sus trabajos en unas pocas mantas en el piso, resistiendo a la Policía Federal que los corría por revoltosos, o al cura de la Iglesia del Pilar que se horrorizaba con esos locos disfrazados.

En Hurlingham, junto a Floreal y Lali de la mítica casa de artesanías Zapatraca, fue uno de los más reconocidos en el arte de trabajar el cuero.

Julio fue un personaje destacado dentro de un movimiento contracultural y libertario, que tuvo su máxima expresión a fines de los 60, principios de los 70. La época del Power Flower, de las reacciones pacifistas, de la  psicodelia, de las utopías.

Julio supo trabajar la amistad con la misma habilidad con la que trabajó el cuero, esto hizo que su lista de amigos fuera extensa y heterogénea: desde sus colegas los artesanos, hasta colectiveros, mozos, modelos y políticos, pasando por artistas de toda clase, actores, músicos, pintores…

Alrededor de su vida abundan riquísimas historias, muchas con formato de leyenda, otras absolutamente comprobables. Desde haber formado parte de una comunidad Hindú, radicada en Olivos; o haber mantenido furtivos romances con algunas actrices y modelos famosas, incluso estrellas internacionales; hasta haber sido fuente de inspiración del personaje «el Manosanta» del Alberto Olmedo, pero Julio lo simplificó todo definiéndose como «un artista del cuero, amante de la buena música, las comidas exóticas y las bellas mujeres».

Más allá de los aspectos pintorescos, de lo atractivo de su personalidad singular, en la vida de Julio Monge hay certezas muy simples. Es un hombre que se dedicó casi medio siglo a trabajar el cuero con cariño y talento, desde su taller en Hurlingham diseñó carteras que fueron la debilidad de una clientela muy exclusiva, sobre todo extranjera.

Julio Alberto Monge nació en Vicente López el 4 de octubre de 1942. Paseó su arte por casi todas las provincias del país y en las clásicas ferias de artesanos en Palermo, San Isidro y Villa Gesell, también desparramó su talento por varias ciudades Europa.

En 1980 recaló en Hurlingham al que adoptó como su lugar en el mundo. También en esos inicios de la década del 80, Julio fue un personaje imprescindible del mítico bar La Peluquería, ese espacio cultural de la calle Bolívar al 900 en el barrio porteño de San Telmo en el que se encontraban músicos, escritores, artistas como Marián Farías Gómez, Dino Saluzzi, Miguel Abuelo, el Mono Villegas, Miguel Brascó, Dalmiro Sáenz, y tantos otros deseosos de expresarse libremente en medio del terror impuesto por la dictadura.

Lo social -humanitariamente hablando-, nunca le fue ajeno; fue después de la dictadura en 1983 que Julio sintió un mayor compromiso por lo político. Fue en esos años que adhirió al radicalismo, atraído por la figura de Raúl Alfonsín, fue un activo militante de la Junta Coordinadora Nacional, pero a medida que la UCR se fue alejando de sus compromisos con los que menos tienen, Julio se alejó de la UCR. En los últimos tiempos fue un férreo crítico del macrismo y defensor del kirchnerismo.

Como buen artista, fue dueño de una visible sensibilidad y de un conmovedor espíritu solidario, que lo hizo estar siempre preocupado por las necesidades de los demás.

El pasado 22 de enero Julio se infartó. Al otro día llegó a mandarle un mensaje a sus amigos diciendo que estaba controlado y que seguían los estudios. Pero no era tan así. Falleció por un paro cardiorrespiratorio el sábado 25 de enero a la tarde. Tenía 77 años.

Su paso lento y chueco, su voz apagada y dulce, su atuendo colorido, su inseparable sombrero negro, sus collares con piedras marroquíes y su cabellera blanca, -que alguna vez fue rubia-, conforman una extravagante simpleza de una figura que se hizo querer siempre a primera vista.

Julio siempre estuvo enamorado, fruto de esos amores tuvo cinco hijos: María del Carmen, Vanina, Julio, Noemí y Nadia

Su hijo Julio calificó a su papá como “un chabón virtuoso de ingenio insuperable”. Su hija menor, Nadia, lo recuerda como “el hippie de plaza Francia, joven eterno de sueños intactos” con el que siempre estará unido “por un amor incondicional”.

Muchos de sus colegas artesanos, de sus colegas artistas, muchos de sus vecinos en Hurlingham, muchos de los que lo conocieron en las plazas con sus carteras, sus amigos, sus amores, deben saber -si es que ya no lo saben- que no hace mucho tiempo Julio llegó a una más que satisfactoria conclusión de su vida: «Soy feliz de haber volado» dijo.

Sería un acto de justicia recordarlo, bautizando con su nombre, por ejemplo, alguno de los puestos de artesanía ubicados en la ciudad.

4 Comentarios

  1. Hermosa nota sobre un notable, el inolvidable Julio, como dice su hijo..un gran «chabon»..seria un gran reconocimiento hscia el y la artesania que se ponga su nombre a un lugar de plaza Francia, se ha ido uno de los notables..siempre en el recuerdo de los verdaderos artesanos

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