Un Acuña goloso podría quedarse sin nada

Luis Acuña y la Gula

Por Augusto Erbin||

El reciente cónclave del Frente Renovador en Junín no tuvo la presencia de Luis Acuña ni la de Jesús Cariglino y los rumores se intensificaron. La atención está puesta en el juego que está llevando adelante Mauricio Macri por un eventual salto de ambos intendentes a las huestes del PRO.

Sergio Massa vive por estos días una disyuntiva importante por las fugas que no cesan desde el último mes y medio. algunas de ellas dejando tensiones internas en el corazón del Frente Renovador. Sin embargo la sangría promete ser mayor de lo que se pensaba.

El intendente de Hurlingham ha dejado plantado a Sergio Massa en la amplia convocatoria que el intendente tigrense llevó adelante en Junín con todos sus referentes provinciales. La lectura política que muchos hicieron de este desplante de Acuña a Massa se relacionaba con las negociaciones que su par, Cariglino, estaría realizando con el PRO para hacer el pase definitivo.

Sin embargo esta decisión de Acuña sorprendió a varios en el massimo teniendo en cuenta la reunión que recientemente mantuvo el intendente de Hurlingham con Francisco de Narváez, uno de los nuevos hombres fuertes del Frente Renovador. De Narváez estuvo recorriendo diferentes intendencias massistas en una búsqueda de contención política ante el temor de una peligrosa fuga. El resultado de las recorridas del colorado parecían ser positivas, hasta que llegó el el cónclave renovador en la ciudad de Junín. La ausencia de los intendentes díscolos pone al propio De Narváez en jaque, para beneficio y felicidad de sus competentes provinciales Darío Giustozzi, Felipe Solá y Mónica López.

La realidad es que Luis Acuña evalúa hacer «la gran Posse» y hacer borrón y cuenta nueva, esta vez haciendo su presentación como la mejor opción posible para Mauricio Macri en el distrito. Aunque esto choca con el trabajo que viene realizando desde hace meses el candidato mejor posicionado en el PRO de Hurlingham, Lucas Delfino, quien ha conseguido apoyos significativos de peso como el de la candidata a gobernadora María Eugenia Vidal quien ya definió al joven como su candidato en Hurlingham.

Con la vicejefa de Gobierno porteño enfrente, Acuña podría tener mayores complicaciones orgánicas que el mero cambio de cartelería de campaña, que hoy lo muestra dentro del massimo.

 

Especulando, podría quedarse sin el pan y sin la torta

Las especulaciones políticas Luis Acuña muestran por completo el único objetivo del intendente: conservar el trono distrital. Su permanente indecisión sobre qué espacio integrar desnuda su completa ausencia ideológica, y pone en claro que está dispuesto a «jugar con quien sea» con tal de conservar el poder local. Acuña se trasviste constantemente en la medida que sea conveniente para sus intereses personales, desinteresado de integrar un proyecto colectivo con programas políticos determinados.

Se aprovechó en su momento de los beneficios que significaba estar al lado de la figura de Néstor Kirchner y la contención del Frente para la Victoria, pero que descartó rápidamente cuando no le servía más. Luego usó la creciente figura que representó Sergio Massa, a quien ahora parecería despreciar, para mirar hacia su nueva referencia, Mauricio Macri.

Frases las hay varias para tal descripción. Nunca mejor dicho la de «cualquier bondi lo deja bien». Pero a Acuña le gusta jugar al cambio de colores, como si fuese un Simon, el recordado juego electrónico en el cual se deben apretar botones de diferentes colores. En el caso de Acuña con ausencia total de memoria sobre sus pasos previos.

Tentado por el salto al PRO del siempre apático Carlos Reutemann, quien parecía dentro del Frente Renovador, Acuña vislumbra encontrar un lugar en ese otro horizonte pintado de amarillo. Acuña se trasviste una vez más, como queriendo competir con la «colorinche» Patricia Bullrich, quien hizo del «salto partidario» una profesión, y la mejor estandarte de la crisis de representación.

Pero el intendente de Hurlingham debería recordar los pecados capitales, en particular la gula. Para Acuña es el vicio del deseo desordenado por el placer conectado al poder. Su exceso al deseo de poder es su principal motor. Su ambición personal por el poder como fin en si mismo no tiene límites.Es lo que lo moviliza incansablemente de un espacio político a otro, «queriendo morder» en varias tortas -ajenas- de las cuales se podría quedar afuera de todas eventualmente.

 

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