El territorio del Trote necesita una solución política

 

Por José María Tito Gómez.

En el número del 17de julio de este año de El Ciudadano, el señor Marcelo Suárez Nelson propuso que los límites del partido de Hurlingham se extiendan más allá de la calle Combate de Pavón hasta alcanzar el arroyo Morón, incluyendo en las tierras a conquistar el hipódromo de trote y el Club Hípico Militar San Jorge.

https://www.hurlinghamaldia.com/recuperacion-historica-de-la-geografia-de-hurlingham/

El primer concepto de los expresados en la nota con el que voy a disentir es lo que el autor llama «límite natural». No existe tal cosa. Jamás el río Paraná fue una frontera para un entrerriano y un uruguayo, ni siquiera los Andes para un sanjuanino y un chileno. Menos aún el Río Grande que separa Estados Unidos de su «patio trasero».  Los límites son construcciones mayormente arbitrarias establecidas por los estados, en general por cuestiones históricas, sociales, políticas, o impositivas. El largo, imperturbable, artificial e invisible Meridiano V, que separa Buenos Aires de La Pampa, es un perfecto ejemplo.

De hecho, el arroyo Morón jamás fue límite natural o artificial de nada, antes de la ley 11.610 de 1994, que sancionó la secesión entre Morón, Hurlingham e Ituzaingó.

Dicha ley estableció como la frontera noroeste de Hurlingham al límite existente del viejo partido de Morón con el partido de Tres de Febrero (la calle Combate de Pavón) y, a partir de su intersección con el arroyo citado, por este mismo curso de agua, hasta la Cañada de Juan Ruiz. Como bien se lamenta el señor Suárez Nelson, el Trote quedó afuera.

Antes de esa ley, los límites del partido de Morón se definieron en la ley 422 del 24 de octubre de 1864. En medio de la precariedad de la topografía de esa época, los límites se establecían identificando a los propietarios de las parcelas. En el artículo 43 define que «El partido de Morón tendrá por límites: Al Nordeste, Matías Ramos Mejía, El Estado y La Estanzuela de la Policía». En el mapa adjunto, fechado en 1860, puede verificarse que otra vez coincide el límite con el entonces partido de San Martín con el eje Combate de Pavón – Guillermo Marconi (en el actual El Palomar). Es decir que hace 155 años que el lugar que ocupa el Hipódromo «de Hurlingham» pertenece a otra jurisdicción.

El señor Suárez Nelson recuerda que el venerable Víctor Stefanoni también propugnaba el corrimiento de la frontera. Pero el notable vecino incurrió en un grave error histórico: el hipódromo del Hurlingham Club creado en 1890 cerró en 1910, y de ninguna manera puede inferirse una conexión con el Trote fundado 40 años después, a no ser por el protagonismo de la misma especie animal que hace el mayor esfuerzo: la equina.

Lo que es más arbitrario –y de lo cual también se quejaba Stefanoni– es haber dejado a Leloir y Udaondo afuera  de nuestras fronteras, dado que también compartían el antiguo Cuartel IV moronense con Hurlingham. El límite con Morón e Ituzaingó debería haber sido la vieja Gaona, atendiendo verdaderas razones históricas.

Por último, en lo que estoy muy de acuerdo con el señor Suárez Nelson es que «es ilógico e incongruente que el Hipódromo de Hurlingham esté dentro del Municipio de Tres de Febrero», por lo que sería conveniente –digo yo- que cambie su nombre a «Hipódromo de Tres de Febrero», o por otro lado, solicitar nuestra jurisdicción a cualquier cosa en el mundo que se llame Hurlingham, como el famoso club londinense, el viejo hotel de Mar del Plata o cierto barrio de Nairiobi.

Ahora bien: es cierto que esa zona es absolutamente inaccesible para los vecinos de Tres de Febrero, algo así como un territorio ultramarino al que nunca podrá darle utilidad. Hurlingham, en cambio, sí puede darle carácter de reserva urbana para vivienda social. Por lo que la solución política es la salida rápida al asunto que preocupa a señor Suárez Nelson.

Por supuesto, con un municipio, una provincia y un Estado Nacional de signo político opuesto al del municipio de Hurlingham, un acuerdo de este tipo sería utópico. He aquí una razón de más para evaluar en las próximas elecciones el voto a una fracción pro empresa, o a un frente cuya política siempre fue el bienestar de Todxs.

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