La muy breve y muy influyente historia de un periódico nacido con la Democracia

Por Rody Rodríguez.

 

A menos de 10 días de reiniciada la Democracia en 1983, dos jóvenes periodistas, Gustavo Mayares y Alfredo Sayús, lanzaron un periódico de efímera vida pero que marcó un camino en el periodismo local en los nuevos tiempos de la libertad recuperada. 

 

Los pioneros suelen tener el sino de no poder disfrutar del camino que señalan con sus primeros pasos. Son los que con esfuerzo y talento logran abrir una puerta para que otros ingresen. Gustavo Mayares y Alfredo Sayús son pioneros de un periodismo que traspasó la transición de la dictadura a la democracia y fueron protagonistas de una nueva comunicación social en Hurlingham. Con menos de 20 años crearon revistas literarias, escribieron en medios zonales, hicieron periodismo en tiempos sin redes sociales, sin internet, sin siquiera computadoras. Con la recién nacida democracia, en oficinas alquiladas en el Paseo de las Flores (lugar de huelga de amores, según Divididos), armaron el sueño del periódico propio, diseñado de modo artesanal, trazando líneas con distintas puntas de rotring y armando títulos con Letraset.

El medio fue bautizado El Ciudadano. Mayares dice que en homenaje al Citizen de Welles, pero la categorización «Ciudadano» adquiría un valor superior en esos tiempos de institucionalización del país. Sayús recuerda que «fue un ejemplar único, porque se imprimió una única edición». Pero también fue un ejemplar único, porque fue el primer medio nacido en Hurlingham con la democracia, realizado por jóvenes politizados, comprometidos, inquietos que hicieron posible que un periódico de un solo número tuviera una trascendencia mucho más duradera que esa única edición impresa supone.

Más de una década después nació este medio, bautizado como El Ciudadano de Hurlingham, también como merecido reconocimiento a ese pionero.

Mayares fue puntal esencial en la mayor parte de la vida de este periódico convalidando de algún modo, la idea de ser una prolongación de ese proyecto romántico nacido en las primeras horas de la Democracia recuperada.

Hoy Gustavo H. Mayares y Alfredo Sayús, que consolidaron y continúan con una extensa y prestigiosa trayectoria en medios, recuerdan en este Ciudadano, esos momentos convertidos en historia.

 

HISTORIA Y PREHISTORIA DE EL CIUDADANO

 

Por Gustavo H. Mayares

Durante 1982, en plena “apertura democrática” de la dictadura, se desarrolló la prehistoria de El Ciudadano y se consolidó su base. Cuatro números de la revista Esencia consolidaron al grupo conformado por Alfredo Sayús, Carlos Jiménez, Germán Ramos y yo, básicamente, además de otros amigos que se fueron sumando.

Teníamos cosas para decir después de años se forzado silencio y ya con los milicos en retirada, decidimos hacerlo a través de una publicación alternativa o subterránea, como se las llamaba entonces: escritas y tipiadas a Remington, fotoduplicadas y abrochadas a mano.

Al año siguiente apareció la necesidad de dar un salto, de dar cuenta de lo que ocurría o comenzaba a ocurrir en Hurlingham al tiempo de buscar una salida comercial al proyecto. Hasta ese momento, Esencia se financiaba con el sueldo del primer trabajo en serio que había conseguido en una gran bodega ubicada en Palermo.

Sobre la base de la libertad total para decir y publicar lo que cada uno tuviera ganas, en diciembre de 1983, casi simultáneamente al inicio de un período democrático y pocos días antes de mi cumpleaños 21, aparecía El Ciudadano porque, con la democracia, renacía el ciudadano. Esa era la idea, sumada a mi admiración por la película homónima de Orson Wells.

Duró poco: una edición, apenas; pero por un largo periodo fue centro de la vida de aquellos que diariamente íbamos a la redacción del Paseo de las Flores para conversar, escribir, esperar al anunciante que nunca llegaba y hasta para reír con la “ignominia 2020” y emborracharnos con los vinos que conseguía en mi trabajo a mitad de precio.

Hasta que se extinguió por la propia naturaleza de las cosas. No obstante, marcó mi vida profundamente. Y supongo que la de otros también, porque hoy me piden escribir su breve historia y finalmente tuvo su herencia hurlinguense.

 

EL CIUDADANO Y LA DEMOCRACIA

 

Por Alfredo Sayus

Aunque continúa siendo el mejor modelo político, el mito de la democracia justa, libre y soberana se fue diluyendo con el mismo paso de la democracia y de los años en que esta se ejerció. Pero sus reinicios en las postrimerías del siglo XX y luego de una dictadura sangrienta, brutal, vengativa y bochornosa, daba la idea (o por lo menos la esperanza) de una libertad total, con todo el significado que la palabra “total” tiene.

En ese marco de “la primavera democrática” y la influencia del discurso esperanzador de Raúl Alfonsín surgió el periódico “El Ciudadano”. En plena efervescencia político-partidaria y en plena juventud nuestra, junto al gran amigo y colega Gustavo Mayares pergeñábamos lo que imaginábamos como el medio de comunicación en el que la libertad de expresión sería moneda corriente.

La democracia renacía y “El Ciudadano” era el hijo putativo de dos periodistas nóveles imbuidos de libertad, proyectos, sueños, ganas y con muchas, pero muchas cosas por decir. Evidentemente, en nuestras mentes jóvenes de periodistas de barrio tanto el periódico “El Ciudadano” como la ansiada instancia política y social que se vivía en 1983 eran novedosos en todo su contenido. Y la novedad deslumbra.

En mi caso personal, ya hacía algunos años que me había iniciado en el periodismo en las denominadas revistas alternativas, editadas en fotoduplicación, con diagramaciones donde abundaba el estilo casero y la buena voluntad. También con algunos artículos en otro periódico local de larga data en Hurlingham: “El Progreso”.

Para cuando publicamos con Gustavo “El Ciudadano” yo ya tenía cuatro años de ejercicio en el periodismo local, pero el reverdecer de la democracia y la posibilidad de tener un medio de comunicación “propio” nos cambiaba notablemente la visión de lo que el periodismo significaba luego de la larga noche de censura.

Pero el sueño del diario propio duró poco. La libertad democrática no era tan libre como suponíamos, los resabios de la dictadura no eran fáciles de sacudirse en una sociedad acostumbrada al autoritarismo y las palabras sin límite no eran rápidamente digeribles por un público lector más acostumbrado a la mordaza de/en la prensa y al peso del temor que aún continuaba instalado en algunos rincones de las mentes y de los cuerpos.

El desconocimiento en el manejo económico de un periódico que pretendía ser mensual también nos jugó en contra y “El Ciudadano” fue un ejemplar único. Es decir, se imprimió una única edición. Nuestro sueño de “periodismo independiente propio” duró poco, menos de lo previsto. Sin embargo, la experiencia fue enriquecedora, tanto desde lo profesional como desde lo humano y los caminos periodísticos de Gustavo y mío continuaron y aún continúan. Bifurcados, transitando numerosas redacciones de muchos otros diarios o revistas, algunos estudios de radio y con esporádicos encuentros en tareas comunes. La amistad sigue sin bifurcaciones.

Sonará trillado aseverar que “El Ciudadano” fue un producto de su tiempo. Obvio que lo fue, como lo son la mayoría de los emprendimientos de cada época. Tal vez lo que lo hizo diferente fue la esperanza de un pueblo que volvía a creer en la democracia y nuestros ideales de juventud. Lo que lo hizo duradero fue la gentil y generosa actitud de otro gran amigo y periodista de Hurlingham: Rody Rodríguez, quién años más tarde fundó su propio periódico con el nombre de “El Ciudadano” y el agregado “de Hurlingham”.

Fue un gran gesto, un guiño a aquellos dos jóvenes que respiraban libertad, escribían sin censura y añoraban, como ahora y como siempre, una democracia justa, libre y soberana y con un periódico que la representara. Seguimos en ese camino y con “El Ciudadano” (de Hurlingham) presente. Hoy, cabellos emblanquecidos y muchos años de periodismo se entretejen en nuestras cabezas. Sueños y proyectos como el de “El Ciudadano”, también.

 

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