19 y 20 de diciembre de 2001: Recuerdos del infierno en Hurlingham

Por Rody Rodríguez.

Pasaron 20 años de uno de los episodios más dramáticos de la historia argentina. El siglo se inició con un final de ciclo, enlutado por decenas de muertos, millones de desocupados y el patético récord de cinco presidentes en pocos días que tanta gracia le causara a Arnold Schwarzenegger, fisicoculturista y gobernador de Califormia.

Aquella máxima de Juan Domingo Perón que advertía que el siglo XXI nos encontraría unidos o dominados tenía un resultado perturbador. Los argentinos iniciaban el primer año de la era del 2000, unidos en la desgracia y dominados por una crisis que se presumía terminal.

Todo fue vértigo, drama y hasta con atisbo de tragicomedia.

La Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, esa fuerza política liberada por la UCR y el Frepaso, elegida por el pueblo para encausar la República se desarmó tempranamente. Comenzó con la decisión del presidente Fernando de la Rúa de apostar por Domingo Cavallo para dominar una Convertibilidad que ya resultaba insostenible. «Vos la inventaste, vos resolvelo», habrá dicho el hombre al que le decían aburrido.

Pero el derrumbe se precipitó con la renuncia de Chacho Álvarez a la vicepresidencia de la Nación y un  punto de no retorno fue esa triste visita de De la Rúa al programa de Marcelo Tinelli, cuando de arranque fue increpado y zamarreado por un militante de izquierda que reclamaba por los presos por La Tablada y el Presidente de la Nación tuvo que ser protegido por el Oso Arturo.

En las elecciones de octubre del 2001 la ciudadanía castigó duramente al gobierno. En la provincia el ganador fue el PJ, con casi el 40% detrás estuvo el voto en blanco con el 20 y más atrás quedó la Alianza con el 15%.

En Hurlingham la derrota de la Alianza también fue contundente. El PJ sumó 30 mil votos y los aliancistas llegaron a superar los 7 mil (30 mil votos menos que en los comicios del 99) pero hubo 20 mil votos en  blanco y 11 mil votos anulados (sobres con boletas escritas con insultos, boletas rotas, o recortes de fotos de Harry Potter o Paturuzú).

Ya al final del 2001 la crisis golpeaba de manera cruel. Los más pobres caían en la miseria, muchos de los sectores medios empezaban a vivir del trueque, incluso algunos empresarios no soportaron el peso de la crisis y tomaron la decisión de suicidarse.

Así lo hizo Miguel Clausi, titular de la firma Química Madepa, secretario de Industria de ACIPH que antes de quitarse la vida con un disparo en la cabeza, dejó una nota  que decía «soy el culpable de todo, soy un fracasado».

Otros dos empresarios de Hurlingham que atravesaban graves problemas económicos, tomaron la misma decisión que Clausi. Claudio Canis de 48 años, se disparó un tiro en el pecho y Jaime Pornot, de 59, se ahorcó con su cinturón. Eran claros signos de impotencia en un tiempo feroz que aniquilaba la esperanza de millones de argentinos.

Llegaron los cacerolazos, las marchas de los vecinos en todos los puntos del país.

En la tarde del 19 de diciembre, en Hurlingham las manifestaciones se multiplicaron por todos los barrios. Una multitud se concentró en la Plaza Ravenscroft al grito “Piquete y cacerola, la lucha es una sola” y se vociferó -más que un reclamo-, una exigencia: «que se vayan todos». Entre los vecinos que protestaban estaban quienes habían sido constructores de la Alianza local, como el concejal radical Víctor Stefanoni y el ex candidato a intendente y uno de los fundadores del Frente Grande, Carlos Carretto.

El primero que hizo caso al grito “que se vayan todos” fue Cavallo pero no alcanzó. A los cacerolazos se sumaron saqueos, graves enfrentamientos entre las fuerzas policiales y los manifestantes. Todo empeoró con la decisión de De la Rúa de instaurar el Estado de Sitio.

En Hurlingham miles de personas, en su mayoría desocupados, se movilizaron reclamando a los supermercados la entrega de alimentos y cuando esto no ocurría, se producían los saqueos, con violentos enfrentamientos con la policía.

El gerente general de Carrefour mientras ordenaba dar bolsas con mercaderías a la gente para evitar saqueos, reclamaba la protección de sus sucursales a las autoridades. Juanjo Álvarez, ex intendente de Hurlingham y ministro de Seguridad bonaerense desde el 26 de octubre de ese 2001, le respondía que «prefería perder unas latas de tomates antes que una vida».

En la sucursal de Villa Tesei de Carrefour, más mil personas ingresaron al estacionamiento y saquearon las carpas de venta que se encontraban allí, sustrayendo muebles y herramientas de jardín, plantas, pirotecnia, carritos de compras. Muchos de los manifestantes estaban “armados” con palos de hockey lo que sorprendió a la policía que los enfrentó con sus cachiporras. Una escena dantesca que terminó con la dispersión del choque cuando otro grupo de policías arrojó gases lacrimógenos y disparos con balas de goma.

Los desmanes se reprodujeron a lo largo y ancho del distrito. En William Morris centenares de personas produjeron el primer saqueo en la ciudad, fue en el supermercado Día %, en Villegas y Cañuelas. Hombres, mujeres y pibes rompieron la cortina metálica del comercio y arrasaron con todo lo que había en las góndolas. Lo mismo quisieron hacer en el supermercado Los Purretes, ubicado a metros del Día. Pero ya la policía había formado un grupo de efectivos en la entrada que impidió el saqueo, al tiempo que el propietario de Los Purretes, Emiliano Duarte, dispuso la entrega de bolsas de alimentos para aminorar los ánimos exaltados. Lo mismo hizo Carlos Amandio del supermercado Yeiko, ubicado en la calle Ocampo en Parque Quirno.

En el centro de Hurlingham, un gentío se apostó frente al supermercado Norte, en 5 Esquinas, una gran cantidad de mujeres reclamaban comida, otros tiraban piedras contras las vidrieras. Finalmente los responsables del comercio pudieron controlar la situación entregando casi un millar de bolsones de alimentos.

Donde la furia no pudo ser controlada fue en Tesei. En la mueblería El Sol, en Av. Vergara y Teniente Origone, los manifestantes destruyeron todo y el saqueo fue mayúsculo.

Mientras tanto durante toda la jornada del jueves 20 hubo piquetes en distintas calles céntricas de Hurlingham, Villa Tesei y Morris, corte de vías con quema de neumáticos y hasta altas horas de la noche se escucharon disparos. El resultado fue de un centenar de heridos.

El accionar de la policía bonaerense, aún con enfrentamientos con los vecinos con disparos con balas de goma y lanzamiento de gases lacrimógenos, fue notoriamente menos violento que el de la Policía Federal que llevó adelante una encarnizada represión en la Ciudad de Buenos Aires.

Esa diferencia generó cuestionamientos y desconfianza de parte de funcionarios nacionales, como el ministro del interior Ramón Mestre, el secretario de Seguridad Enrique Mathov y el jefe de la Federal, Rubén Santos, que veían complicidad del PJ provincial con el desborde social que repercutió en todo el mundo.

Algunos intendentes del conurbano, como Mariano West de Moreno, encabezaron junto con representantes de la iglesia católica, las marchas de vecinos, militantes y files, hacia Plaza de Mayo exigiendo la renuncia de De la Rúa.

En Hurlingham, Luis Acuña, había jurado como intendente a principios de noviembre del 2001, reemplazando a Juanjo Álvarez y los policías que trabajaban en el distrito eran insuficientes para cuidar a los comercios y evitar los desmanes en la vía pública y los pocos que había no tenían ni escudos, por eso la Municipalidad construyó unos de metal en el obrador, para tratar de evitar los saqueos.

La palabra caos suele ser mal utilizada para simples embotellamientos de tránsito. Pero calificar de caóticos esos días de diciembre no es para nada exagerado.

Los medios repetían hasta el cansancio términos como default, corralito, corralón, dólares, riesgo país, FMI, desocupación, clubes de trueques, Patacones, Lecops, cacerolazos, saqueos, represión, muertes, eran palabras que servían para caracterizar a una Argentina en el infierno.

Fueron 39 en todo el país los caídos en enfrentamientos en las movilizaciones contra el gobierno de la Alianza.

De la Rúa se fue en helicóptero de la Casa Rosada a las 19.52 del 20 de diciembre, su último acto de gobierno fue autografiar sus fotos para repartirlas vaya saber a quién.

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