«Atalaya» el hogar de los Yrigoyen, refugio de Leandro Alem y guarida de José Uriburu

Dos capítulos centrales de la nuestra historia tienen en común un rincón del conurbano. No una región ni una ciudad, si no una quinta en Hurlingham. Un casa vinculada directamente a los cimientos de la democracia instaurada a partir del voto popular y también a la rebelión militar, que hace 95 años inauguró una nefasta tradición golpista que lastimó a la Argentina durante más de medio siglo.

Fue en los años ’80 del siglo XIX, cuando el Coronel Martín Yrigoyen decidió adquirir un lugar de descanso, alejado del centro porteño. Martín, hermano menor de Hipólito Yrigoyen, encontró en la zona a la que recién estaban conociendo como Hurlingham, una chacra, que compró y bautizó con el nombre de «Atalaya».

Eran unas 6 hectáreas en lo que hoy es el barrio Luna, zona en las que tenían sus quintas Enrique Padilla, los Tasistro, los Leloir y obviamente los Luna. Martín, que era Coronel del Ejército, influenciado por su hermano Hipólito y por su tío Leandro Alem, volcó todo su empeño a la política. En 1890 tuvo un rol sobresaliente en la Revolución del Parque que dio origen a la Unión Cívica Radical y fue comandante militar en jefe de todas las fuerzas revolucionarias en 1893 que en dos días controló casi toda la provincia de Buenos Aires, pero con un desenlace adverso para los radicales.

No obstante la participación política de Martín Yrigoyen no decayó. Representó a la UCR como Diputado Nacional en 1894 y en 1898.

«Atalaya» fue base de reuniones pre-revolucionarias, de tertulias políticas y también una vivienda alternativa de Leandro Alem que mantuvo una relación estrecha y de afecto privilegiado para con su sobrino. Martín, a su vez, siempre buscó la forma de ayudarlo, de estar cerca, sobre todo luego de que la salud y la economía del tío comenzaran a deteriorarse.

Pero hubo un problema mayor: el distanciamiento irreconciliable de Alem con Hipólito Yrigoyen. Hipólito cuestionó el liderazgo de Leandro y este lo calificó de traidor y de no tener escrúpulos.

Todo eso empujó a Alem a una depresión indisimulable. Martín lo convenció de hospedarse en «Atalaya», suponiendo que el aire puro, el paisaje campestre de la quinta hurlinghense serviría para levantarle el ánimo. Sin embargo, si bien ese lugar en Hurlingham era como su casa, la tristeza fue más fuerte y el líder radical intentó, al menos dos veces, quitarse la vida allí.

La contención emocional de Martín hacia su tío postergó el desenlace que terminó ocurriendo el 1° de julio de 1896. Esa noche Leandro se pegó un tiro en la sien.

Bien premeditado le dejó a Martín varias cartas, una la que le escribió: «muy agradecido a todas tus últimas finezas y atenciones, eres bueno y noble y muero con verdadero cariño por ti». También dejó otros paquetes, algunos en Hurlingham, uno con dinero que adeudaba y otro con más cartas, entre ellas el documento conocido como «Testamento Político».

Pocos años después de la muerte de Alem, el 20 de octubre de 1900 Martín se casó con Sara Bonorino Roballos. En «Atalaya» criaron a sus 8 hijos: Sara, Martín, Elida, Roque, Marta, Blanca, Celia y María Susana.

Apenas comenzado el año 1905 Hipólito Yrigoyen encabezó una nueva revolución con el propósito de derrocar al presidente Quintana y terminar de una buena vez con el fraude electoral. Martín, desde la muerte de Alem, estaba distanciado de su hermano, pero sus convicciones políticas fueron más fuertes que las cuestiones afectivas. Martín volvió a participar de una revuelta radical y tras 5 días de fuertes enfrentamientos fueron derrotados.

Hipólito le pidió a su hermano refugio en Hurlingham. Allí permanecieron unos meses hasta que se entregaron a las autoridades. Fue la última revolución radical previa a la ley Sáenz Peña por la que tanto batallaron.

En 1912 el radicalismo le propuso a Martín ser candidato a Senador Nacional, declinó el ofrecimiento pero sí aceptó ser candidato a diputado nacional para las elecciones de 1916, bajo la vigencia de la nueva Ley electoral.

Después de años de lucha, Martín pudo ver a su hermano triunfante y consagrado como el primer presidente de la Nación elegido por el voto popular. En esos comicios Martín fue electo Diputado, pero no pudo asumir ni ver a Hipólito con la banda presidencial. Apenas tres días después de las elecciones, el 5 de abril de 1916, Martín Yrigoyen falleció a los 61 años.

Félix Gunther, fundador de «Rueda del Oeste» una de las más grandes asociaciones de radioaficionados en América Latina, vecino de Hurlingham, protector de José Félix Uriburu, lo alojó en su casa hasta el día del golpe del Estado del 6 de setiembre de 1930 contra Hipólito Yrigoyen.

FÉLIX GÜNTHER Y EL GOLPE A HIPÓLITO YRIGOYEN

«Atalaya» fue comprado por Félix Günther, un apasionado radioaficionado que además fue integrante del grupo de conspiradores más cercanos a José Félix Uriburu, el militar que quería derrocar a Hipólito Yrigoyen.

Leopoldo Lugones, ferviente defensor de la nueva aristocracia militar señaló a Günther «entre los pocos civiles que estuvieron en contacto con la junta militar revolucionaria durante la preparación del movimiento del 6 de setiembre».

Günther fue creador de uno de los más grandes grupos de radioaficionados en América en la década del 30, la denominada «Rueda del Oeste» que llegó a tener 1.500 estaciones asociadas en 42 países, red que aprovechó para fustigar a Yrigoyen ganándose el aprecio de los opositores al gobierno democrático.

El golpe de Estado que por primera vez desplazó a un gobierno legitimado por el voto popular, nació en el viejo partido de Morón. Los aprontes para la sublevación comenzaron en la noche del lunes 1 de septiembre de 1930 en la base aérea del El Palomar. Ante el temor de ser apresado, Uriburu, sabiéndose vigilado por el gobierno tomó la decisión de ocultarse en distintos domicilios y ya en las vísperas del 6 de setiembre, hizo correr la versión de que se encontraba en el Uruguay pero estaba en Hurlingham, en «Atalaya» con el «Alemán» Günther.

Mientras tanto, en la mansión del dirigente conservador Manuel Fresco, en Haedo, se hicieron las reuniones preparatorias del «golpe». En el amanecer del 6 de setiembre, en la Base de El Palomar, sonó una sirena dando inicio a la sublevación y desde un avión arrojaron panfletos con la proclama revolucionaria.

Los jefes de grupos de las unidades sublevadas de Campo de Mayo formaron sus tropas y se encolumnaron a las 6.30 hs a la altura del «Almacén del Santito», en Hurlingham.

Poco después, los cadetes del Colegio Militar del Palomar, marcharon desde allí hacia la Casa de Gobierno.

Paralelamente, en el Hurlingham Club, se concentraron civiles que luego se sumaron a las tropas en dirección al centro porteño.

«ATALAYA» ESCENARIO CENTRAL

«Atalaya», que había sido hogar y refugio de los Yrigoyen y de Alem en tiempos de luchas armadas por una Argentina democrática, fue la que Uriburu usó como guarida antes de llegar a la Casa Rosada y asumir como presidente de facto.

Una misma casa para dos hechos antagónicos de la historia Argentina. Una casa de campo en el conurbano bonaerense en la que se pergeñaron muchas de las acciones que dieron origen a la Unión Cívica Radical y a la puesta en marcha del voto popular. Una casa de campo en el conurbano bonaerense que fue nido de los sediciosos que irrumpieron el proceso institucional instaurado en 1916.

«Hay coincidencias interesantes en la vida» dijo Uriburu en una entrevista publicada en la Revista El Hogar el 30 de octubre de 1930. «¡Jamás pensé que al pretender eludir la vigilancia iba ir a alojarme en la casa donde se ocultó Yrigoyen» Y agregó: «Las horas que pasé en la quinta Atalaya, que hoy pertenece al señor Günther, descubrí, con mis compañeros, la trampa, que existe debajo de una de las camas, por la cual se llega a una habitación subterránea… Allí se ocultó Hipólito Yrigoyen después de la revolución radical de 1905, y aprovechó las dos salidas que tiene la misma para alejarse del peligro…»

Durante la estadía de Uriburu en Hurlingham, era atendido por el mayordomo de «Atalaya», Antonio Dalmeida, su esposa Adelina Gómez y su hijo, cuidadores de la quinta de Günther, durante décadas.

Fue tanta la influencia de Morón en ese primer golpe de Estado, que dos años después, en 1932, el Senador Saúl Obregón propuso y logró que Morón cambie su nombre por el de «6  de Setiembre» y el propio Fresco calificó a Morón como «el gran escenario de la gesta revolucionaria».

El 29 de abril de 1932, José Félix Uriburu falleció de cáncer. Lo sucedió en la presidencia de facto Agustín P. Justo. Ese año, en homenaje al muerto bautizaron con su nombre la avenida que desde Morón atravesaba todo Hurlingham. La avenida Uriburu luego fue renombrada Vergara. Nombre que mantiene hasta la actualidad.

Aún hoy, en el edificio municipal moronense, en la balaustrada de la escalera que lleva al despacho del intendente, aparece formado con hierro el 6 y el 9, eternizando la fecha del golpe. En 1946, con el primer gobierno peronista, Morón volvió a ser Morón.

Acto de inauguración del palacio comunal en diciembre de 1939 del entonces Municipio de Seis de Setiembre, (ex Morón) durante el gobierno conservador de Rafael Amato. En la escalera aparece forjado con hierro el 6 y el 9, como homenaje a la fecha del golpe de 1930. Foto: Instituto y Archivo Histórico Municipal de Morón

En «Atalaya» sobre la calle Bustamante siguió viviendo Günther hasta ya entrada la década del ’60. Luego todas esas tierras fueron fraccionadas.

 

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