El 20 de junio de 1820, muere Manuel José del Corazón de Jesús Belgrano. En su homenaje ese día se conmemora el Día de la Bandera. En este artículo, publicado originalmente en el periódico «El Cronista del Bicentenario», el ex ministro de educación de la provincia de Buenos Aires, Mario Oporto, realiza una reseña que deja en claro las cualidades del prócer que exceden el hecho de haber creado nuestra insignia.
por Mario Oporto*
A Belgrano lo tapó la bandera. Eso decía hace ya varias décadas, Salvador Ferla en su libro Historia Argentina con drama y humor. Escribía exactamente: «El día de la muerte de Belgrano es el día de la bandera. El acto de independencia cumplido por Belgrano en la barrancas del Paraná es, quizás –no estoy seguro- su momento más glorioso. Pero sucede que la bandera lo tapa, esconde su rica personalidad así como la vigorosa personalidad de Domingo French está oculta tras una decoración de escarapelas y cintitas».
La historia de la Bandera Argentina está dada por una secuencia de hechos no siempre orientados en el mismo sentido. Es una historia que tiene poco que ver con el muchas veces frecuente Manuel Belgrano escolar.
La secuencia histórica de los hechos es un poco más tensa y menos frívola. Belgrano propone la creación de una escarapela nacional para uniformar los distintivos de los cuerpos de ejército. El Triunvirato aprueba el uso de la escarapela celeste y blanca, lo que entusiasma a Belgrano para proponer el uso de una bandera, izada por primera vez en Rosario, el 27 de febrero de 1812, en compañía de sus palabras: «¡Soldados de la Patria! En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Excelentísimo Gobierno. En aquel, la batería de la ‘Independencia’, nuestras armas aumentaran las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sur será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!».
Este pronunciamiento de Manuel Belgrano, como vemos, habla de vencer a los enemigos (que no son sólo exteriores), para que América del Sur sea «el templo» de la independencia y la libertad. Lo que revela la posición ideológica de Belgrano respecto de lo que hoy llamamos América Latina y, también, explica por qué el Triunvirato, que había autorizado el uso de la escarapela, le pidió a Belgrano que escondiera la bandera para –justamente- no provocar la ira del exterior. Belgrano acusó recibo y le dijo a sus soldados que la izarían luego de una gran victoria militar. De modo que la bandera argentina fue, en sus orígenes, un problema político más que un problema de diseño. Recién cuatro años más tarde, en el Congreso de Tucumán, se aprueba la Bandera Argentina con el impulso de Juan José Paso.
De estos episodios tenemos un hecho muy bien definido, que es la decisión de Belgrano de tener una bandera, porque teniendo una bandera se tiene, sobre todo, una Nación. Una bandera no es un rectángulo de colores estipulados conforme la belleza formal de quienes la inventan. Una bandera es el máximo emblema de soberanía, libertad e independencia de un país, los valores que vio Belgrano a orillas del Paraná. Porque si algo está claro en la historia es que Belgrano no sólo pensó en tal o cual color para postular la creación de una bandera propia, sino en una política continental que pudiera sostenerla sin arriarla.
Manuel Belgrano se formó en Salamanca y tenía 40 años en mayo de 1810. Murió el 20 de junio de 1820. Fue un gran funcionario de la Corona y, seguramente, el más brillante economista de la época y, para José de San Martín, el más brillante de sus generales. Aprendió como nadie la situación social, geográfica, demográfica y económica del norte argentino. Era un revolucionario nato, que dejó su chaqueta de abogado y de intelectual de la Colonia para ir primero al Paraguay y después al Alto Perú como general de los ejércitos. Estaba convencido de que las campañas militares formaban parte del proyecto político y hacía política desde los ejércitos.
Fue un apasionado por la educación pública. Ya a fines del siglo, adelantándose a Sarmiento, propuso la creación de escuelas de comercio, agrícolas, náuticas y, fundamentalmente, la enseñanza primaria, gratuita y obligatoria. Dedicó tres memorias exclusivamente a fomentar la educación técnica.
Cada 20 de junio deberíamos saber que la agitación chauvinista de una bandera nacional no nos hace una Nación. Nos hace una Nación no perder de vista las ideas de Belgrano –que son anteriores y también posteriores a su creación-, y que siguen estando presentes porque, de alguna manera, también está presente la realidad que las concibió. Frente a esa realidad, podemos agitar la bandera, o darle sentido a su existencia.
«Mario Néstor Oporto. Profesor de historia. Docente universitario. Ex Diputado Nacional. Fue Director General de Educación de la Provincia de Buenos Aires y Jefe de Gabinete de esa provincia. Formó parte del primer gabinete del Municipio de Hurlingham. Es autor del libro «De Moreno a Perón, Pensamiento argentino de la Unidad Latinoamericana».
Belgrano fue el auténtico libertador de las Provincias Unidas del Río de la Plata; futura patria de los argentinos. Luego de la batalla de Salta, a trece días de la batalla de San Lorenzo, los realistas no invadieron más el Norte. San Martín admiraba las dotes de Belgrano en cuanto organización del ejército patriota. San Martín no liberó al Perú. Liberó Lima luego del desembarco en El Callao y decretó la independencia del Perú. ¿El primer decreto de Necesidad y Urgencia?