Buscando el amo bueno que te de libertad

Por Gustavo M. Russo.

Vale la pena aclarar, una vez más, que en los años setenta no hubo una guerra civil entre argentinos. Y para la cual fue innecesario que intervinieran los militares con su dictadura para devolver “el orden”. En realidad, generaron, como dice José Pablo Feinmann, un des-orden para justificar su pésimo accionar contra el interés nacional. El continuar exclamando que fueron llamados porque eran los únicos capaces de volver a poner las cosas en su lugar, reestablecer el orden ciudadano, es una visión de pura miopía política a la hora de intentar captar votos de personas desprovistas de información veraz. Esta reflexión simplista es la que se intenta nuevamente instalar en la sociedad por parte de los seudos-libertario y defensores del negacionismo.

La perspectiva que tienen es clara; profundizar la teoría de los dos demonios. Hablar de que hubo malos en ambos lados, aunque peor que los de la izquierda peronista, imposible. Implican que la dictadura tuvo que existir, era un mal necesario, para parar a quienes se consideraban los “ponebombas”, marxistas financiados por el régimen cubano revolucionario y por los soviéticos de la cortina de hierro. Como se ve, la falacia no tiene límites. La teoría de los dos demonios, busca establecerse nuevamente por quienes no tienen una propuesta política lógica para otorgar como herramienta de transformación social. Sin olvidar, que intentan bajar a toda costa, el número de víctima del terrorismo de Estado, un posicionamiento sesgado que aparentemente, no se piensa rever. “Nadie debe terminar, ni exterminar a nadie”.

Los golpes de Estado desde su aparición, brindaron un corredor, una vía de acción rápida para la persecución ideológica de los que creían en un progresismo intelectual, desarrollista, humano e industrial. Lo cual fue truncado, gracias a la intervención castrense dictatorial. Se desapareció forzadamente a las personas que cuestionaban políticamente los privilegios de la Elite cultural dominante.  Privilegios que a partir del año 30 implicaron, para un segmento minoritario de la población porteña, exenciones de determinadas obligaciones y ventajas exclusivas o especiales para gozar de un posicionamiento superior dentro de la sociedad civil. Una determinada circunstancia propia la cual no se quería compartir, ni arriesgarse a permitir, a que otros accedan.  Y es por eso, que acuden con los golpes institucionales antidemocráticos para proscribir a quienes osen señalar su verdad revelada y su estilo de vida. Recayendo sobre los movimientos populares que protagonizaron a principios del siglo XX el Yrigoyenismo y luego el Peronismo. Cuyos seguidores, de este último, fueron proscriptos durante 19 años y luego a partir del 23 marzo de 1976, combatidos hasta intentar hacerlos desaparecer a todos, con un método sistemático de gobierno, entablado por la Junta Militar de Jorge Rafael Videla.

Es interesante destacar que, Javier Milei, perteneciente “a esa casta de nuevo político”- nada relacionado con el poder económico- enmarca su discurso marketinero, solicitando parecerse a la actual Alemania moderna, productiva y líder de la Unión Europea que conocemos. Sin reparar que, en ese país, ningún político que aspire a la máxima magistratura, puede articular mensajes que le baje el precio al holocausto – al exterminio del pueblo judío realizado por Adolfo Hitler-. Es decir, si una persona dirigente de algún espacio político, se expresa por el no reconocimiento a las víctimas del mismo en su totalidad o haciendo uso de un banal negacionismo, se lo corre del lugar de dónde esté por medio de la fuerza pública y se lo mete preso, cobrándole incluso, una multa en euros casi confiscatoria para su patrimonio.  Debemos legislar por ese transitar, para evitar con ese accionar político insustancial para el sistema democrático, que se intente generar interpretaciones nocivas para la conformación ciudadana de las nuevas generaciones, dentro de nuestro Estado Nación.

En Alemania, la formación de un pedagogo de la carrera de historia es mucho más que una política de Estado, contiene una dimensión notable sobre la formación ciudadana. El estudiante se debe detener en la alta explicación magistral sobre el siglo veinte y el rol del Nacional Socialismo (Nazismo), para identificar claramente una verdadera autocrítica sobre esos hechos que han trascendidos al mundo y han dejado mal parado a su país frente a la comunidad internacional. La ciudadanía alemana, claramente, tiene un revisionismo histórico sobre ese tiempo transcurrido entre 1933 y 1945, siendo muy crítica y aceptando que se legisle actualmente para erradicar y sancionar cualquier tipo de sintomatología pro nazi, que pueda ser indicio de violar la paz social sobre lo referente a los derechos humanos.

Luego de conocer nuestra experiencia histórica contemporánea, no se puede permitir que alguien diga cualquier cosa con el ánimo de torcer y desmerecer los principios supra nacionales del derecho constitucional, legislados en Tratados internacionales. En los cuales se aborda la desaparición forzada de personas y la persecución de todo tipo. No puede ponerse en duda los derechos humanos, que son la principal causa de accesibilidad de los derechos de las personas.  Sin derechos humanos no podría haber vida, ni libertad. Vimos televisivamente un debate presidencial que lo permite, dado a un mal uso de la moderación imparcial sobre la libertad de expresión ciudadana. De persistir, en este fatídico transitar, es inherente  que se permita originar nuevos problemas futuros. Un ejemplo es, que se les ocurra a los medios de posicionamiento dominante, crear una figura que hable sobre una idea funesta de desmalvinización argentina. Como ya lo intentó hacer el macrismo cuando sus dirigentes se presentaron ante el Foring Office de Gran Bretaña para hablar en contra de la soberanía sobre nuestro Atlántico Sur, era en el momento que gobernaba Cristina Fernández. Luego, ya en el gobierno, tuvieron un gesto simbólico donde imprimieron mapas de la república y no figuraba el archipiélago. Esto, de permitirse, puede originar en un segmento poblacional del electorado, confusiones de gravedad para el orden jurídico del mantenimiento democrático institucional y soberano.

Por eso para concluir, cito textualmente lo escrito por un liberal argentino, que precisamente no es peronista, ni kirchnerista, ni nada. Que dice:

“…Vincular el derecho con la ideología de izquierda suena casi provocativo o voluntarista, cuando, en realidad, debería ser natural y hasta obvio. ¿Acaso no es la Constitución un pacto entre iguales? ¿Y no es la máxima aspiración de las corrientes de pensamiento de izquierda lograr una distribución justa de los recursos, al servicio de una comunidad de sujetos libres e iguales?

Este manifiesto, según sostiene el Dr. Roberto Gargarella en su “Prefacio para escépticos”, surge de la insatisfacción por el estado actual del mundo jurídico. Da para pensar en cómo continuar. ¿Debemos estar, como canta Ricardo Mollo, buscando el amo bueno que te de libertad? Desarrollemos un verdadero liberalismo capitalista, un poco más ampliatorio en derechos, más humano y sin tonterías (Non-bullshit).

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