Por Rody Rodríguez.
Este 2 de abril se cumple un nuevo aniversario de la Guerra de Malvinas. 43 años del inicio de un conflicto con huellas vigentes. Ese otoño de 1982, Hurlingham lo vivió de un modo muy particular. Porque la ciudad era para muchos «jerlingan», un lugar con demasiadas identificaciones británicas.
Cuando el 2 de abril desembarcaron las tropas argentinas en las Islas Malvinas, hubo un lógico brote nacionalista y por esos días, no pocos ingleses vecinos de Hurlingham se fueron del barrio.
La escritora Gladys Coviello cuenta en su libro «Guerra de Malvinas: Diario de una madre» que conversaba con los custodios «que permanecían día y noche apostados en lugares para proteger a vecinos o colegios ingleses en Hurlingham» y le «contaban sobre la conducta de los vecinos ingleses que negaban su origen y decían ser de otras nacionalidades».
Pero uno de los hechos más representativos de ese sentir «patriótico» fue la creación del «Movimiento Vecinal 2 de Abril, Pro-Cambio de Nombre de Nuestra Ciudad».
Esa organización, era auspiciada por la Coordinadora de Entidades de Bien Público, una entidad con mucho peso en la intervención militar del Municipio de Morón que estaba a cargo del intendente de facto Ernesto Enrique Rodríguez.
El Movimiento Vecinal 2 de Abril abrió sus oficinas sobre la Av. Aramburu (luego Arturo Jauretche) al 1400, y realizó una recorrida por los barrios con planillas para que los vecinos firmaran e incluso hagan sus propuestas de nombres.
En folletos y solicitadas el Movimiento Vecinal explicaba: «Vivimos en una ciudad cuyo nombre nos agravia (…) para todos es muy difícil seguir aceptando un nombre impuesto y traído de la tierra de quienes hoy son el enemigo» y remarcaba «estamos en guerra contra la Corona Británica (…) es precisamente por eso que proponemos modificar ese nombre por otro vinculado netamente con nuestra identidad nacional».
El noticiero «60 Minutos» del Canal 7, ícono de la prensa pro-militar de ese entonces, se ocupó de cubrir esa iniciativa: mandó un móvil a Hurlingham para charlar con sus vecinos que en su gran mayoría pugnaban por cambiar el nombre de la ciudad. El nombre más votado fue 2 de Abril.
Antonio Manocchio, peluquero de larguísima trayectoria en Hurlingham, aún guarda algunas de esas planillas. En ellas se puede ver el texto escrito a máquina, invitando a los vecinos a firmar:
«La presente nota es realizada por vecinos de la localidad llamada, hasta ahora, Hurlingham para solicitar su adhesión en nominar a nuestra ciudad con un nombre de contenido nacional, histórico y de un símbolo netamente argentino» dice el encabezado y aparecen firmas y algunos otros nombres propuestos como Pucará; Isla Soledad; Soberanía Argentina; Cabo 1° Hugo Fernández; Capitán Giachino y hasta hubo quien propuso que la ciudad se llame Nicanor Costa Méndez, el canciller de la dictadura.
Otro de los documentos atesorados por Manocchio es una carta del vecino Antonio Sardá, de activa participación en entidades intermedias, donde pide al Movimiento Vecinal 2 de Abril, que además de tramitar el cambio de nombre de la ciudad, también lo haga con el de algunas calles, y cita como ejemplos Londres, Churchill, Victoria, Canning y propone reemplazarlos por nombres como el de Crucero General Belgrano, algo que finalmente prosperó en este último caso. En la misma carta, Sardá decía «También en la ciudad hay plazas e instituciones con nombres de origen usurpador que deberían cambiar denominación», haciendo referencia por ejemplo a la Plaza Ravenscroft.
LA ESTAFA DEL FONDO PATRIÓTICO
Desde el 2 de abril, se realizaron innumerables ceremonias en colegios y plazas, de homenaje a las Malvinas y de apoyo a los combatientes. En su libro Coviello habla también de las acciones solidarias por ejemplo de los alumnos de la Escuela de Educación Técnica N° 5 República del Perú, (actual N° 2) que se acercaban a la pista de aterrizaje en la Base Aérea de El Palomar (en el límite con Hurlingham) y llevaban personalmente hasta los aviones Hércules cartas para los soldados.
No faltaron acciones de recaudación de dinero para «la gesta», en lo que se dio en llamar Fondo Patriótico, administrado en Hurlingham por la Coordinadora de Entidades de Bien Público, que integraban entre otros José Colella, Miguel Andrade, Ángel Sapia, López Sardi y autoridades municipales representada por el delegado municipal Ricardo Bregante. Hubo un ac-to central con ese fin en el Cine Teatro Gran Hurlingham, con una función teatral y shows musicales en la que se cobró una entrada de 30.000 pesos más un bono contribución voluntario de 10.000 pesos. Las amplias instalaciones del ex Cine estuvieron colmadas. También se recibieron donaciones en efectivo en la Delegación Municipal (ubicada en Delfor Díaz 1660), en el Banco Credicoop y en el Banco Cooperativo Roca.
Todo fue parte de la mayor colecta de la historia argentina. Una investigación del periodista Pedro Calvo de Clarín, dio cuenta que «el dinero recaudado no reforzó el equipamiento militar ni protegió a los soldados del hambre y del frío. Los fondos fueron transferidos a cuentas de las Fuerzas Armadas y a la gobernación militar de las Malvinas (…) Más de medio millón de raciones de alimentos quedaron varados al costado de la pista de aterrizaje de Como-doro Rivadavia y los 147 kilos de oro donados se mandaron a fundir en 73 lingotes el 14 de junio de 1982, con el fin de la guerra».
Como si la estafa a la solidaridad de la gente fuera poco, llegó luego una larga etapa de «desmalvinización», promovida inicialmente por las propias fuerzas armadas y que continuaron gobiernos democráticos. Pasó muchísimo tiempo para que los combatientes en Malvinas tuvieran su merecido reconocimiento por parte del Estado.