Por Rody Rodríguez ||
A mediados de los años 80, cuando había que calificar a un gobierno, se decía que la peor de las democracias siempre será mejor que la mejor de las dictaduras. Y desde esa lógica y con el convencimiento de que es necesario proteger y sostener el sistema democrático es políticamente incorrecto desear el mal a un gobierno elegido por el pueblo. Es más, es aceptado y elogiado que un partido de oposición aspire a que le vaya bien al oficialismo ya que luego le va a ir bien al conjunto de los argentinos.
Pero esa idea se debilita cuando el gobierno cree acertado achicar el Estado, achicando de ese modo las chances de las mayorías de ver defendidos sus derechos.
El éxito de un gobierno no implica el éxito de la Democracia. Hoy Mauricio Macri lleva adelante una gestión exitosa, porque está llevando adelante a raja tabla el plan de gobierno que había pergeñado. Pero ese éxito no se derrama en las mayorías.
Fuentes de trabajo que se pierden, salarios que se achican, derechos que se cercenan, políticas de inclusión que desaparecen, transferencia de recursos a los más poderosos, fin de la independencia económica, fin de la soberanía política, y muchos etcéteras, no son fracasos de una gestión, son daños colaterales previstos en el plan diseñado.
Al gobierno de Cambiemos le va bien. A las minorías también. Al resto no. Y no se le puede pedir a esa gran mayoría a la que va mal, que le desee buenaventura a este gobierno que dijo en campaña que «se podía vivir mejor» y ahora afirma «vivían demasiado bien».