«Hay que salir del agujero interior»

 Por Gustavo M. Russo.

Estamos asistiendo a tiempos de mucha inconsistencia informativa, donde los políticos, no se ponen a la altura de las discusiones que al elector, le preocupa verdaderamente. Por lo tanto es imprescindible colocarnos en pensadores críticos y señalar lo que corresponda para reinventarse y sacar a flote nuestro barco.

Las plataformas que se edificaron en la conformación de los partidos políticos quedaron de lado porque los frentes, que se constituyeron ulteriormente parecieran no necesitarlas para ganar elecciones.

Existen situaciones sociopolíticas, como es la polarización actual entre dos fuerzas que pujan por prevalecer, dentro de un electorado fraccionado. De mantenerse y de insistirse en ello, entonces no habrá salida para que se consolide un sistema democrático robustecido, dinámico y confortable con un Frente Progresista y Popular que gobierne.

Históricamente debemos considerar que un 22 por ciento de la población,  no se presenta a votar por descreimiento de la casta política que impera.

En los últimos años vimos una alteración de estos sectores, que fue paulatinamente aportando su voto hacia los antipolítica, una participación captada por ese sentimiento. En el voto de los jóvenes de 16 años, se  deja de lado su genuina rebeldía de intentar cambiar el mundo por ese camino de la izquierda y del peronismo, comenzando a optar por las frases hechas y el marketing, que presentan los mediocres del stablisment.

Lo peor del progresismo -metiendo dentro de esa misma bolsa a peronistas, radicales, socialistas e izquierdistas-, es que si bien enuncian estos hechos, no lo toman en cuenta en el armado de un nuevo discurso electoral para evitarlo. Es más, llueven las atomizaciones al respecto. Se dividen ideológicamente y por ende, fortalecen al adversario que dicen combatir. Todos esos sufragios que no se contienen, se terminan yendo por la alcantarilla de la rancia-derecha- anti política.

Para poner en claro esta cuestión simple. El segmento político que pregona las prácticas de la antipolítica, al menos en argentina y en nuestra región, son los medios de comunicación de preponderancia en lo empresarial, junto a las corporaciones dominantes del mercado. Es decir, un sector absolutamente conservador, con un poder económico concentrado, terminantemente especulativo y de gran capacidad para efectivizar daños institucionales, en el caso de quererlo realizar en defensa de sus intereses. En el pasado, estaban unidos a las dictaduras militares.

Desde ese mismo lugar, lanzan campañas de personajes mediáticos que los  instalan primero desde lo comunicativo. Presentándolos como especialistas -en el sentido común creado- para permitirles opinar de cualquier tema preparado sobre un discurso que apunta atacar las propias falencias que la política democrática, no pudo o no supo corregir a tiempo.

Hablando de lo que se carece. Tratan de canalizar como profetas las respuestas necesarias que busca encontrar la sociedad entera. Resaltando la seguridad, corrupción del Estado, reducción del déficit, planes sociales mal otorgados y por sobre todo, mano dura contra el que delinque. Todo dentro de una receta única.

Lo contundente de ese discurso antipolítico es que siempre, es en consonancia con ese sentir de volver a recuperar los que les quitó el populismo peronista y comunista. Y eso que no hablamos, del odio negacionista que intentan esparcir, una conducta totalmente reprochable e inconstitucional sin precedente alguno. ¡Pongamos a funcionar el Poder Judicial de la democracia!

Por  lo expuesto, creo en la necesidad de empezar a trabajar un nuevo enfoque desde la perspectiva política popular.

Dentro de los aspectos a tener en cuenta, es urgente una unidad de criterios que reencaucen el rumbo de la población en sus demandas públicas necesarias. Las que abastezcan su recuperación económica, soberana y su accionar público, en cuanto a la accesibilidad de sus derechos ampliados.

Pasándolo en limpio. No puede seguir habiendo un gobierno, que dice estar de lado de su pueblo cuando continúa volcando recursos económicos en los sectores más concentrados y más desestabilizadores de la democracia. Apalancados en una economía especulativa y financiera, colaborando en el detrimento de las preocupaciones colectivas y sumando más postergaciones a las políticas sociales, que nos causaron el condicionamiento político en general, fundado en el inescrupuloso endeudamiento internacional que nos legaron.

La distribución equitativa es el hecho pragmático por excelencia que históricamente le sirvió al yrigoyenismo, al peronismo, al rooseveltismo estadounidense, al socialismo europeo de la posguerra, indicadores del Estado interventor. Es el camino certero hacia la utopía de la igualdad. Una forma donde el Estado debe contrabalancear entre los fuertes y débiles. Porque sin importar la ideología de un ciudadano, es el accionar político y distributivo, el que le llega a todos de cualquier manera, sin necesidad de esperar el famoso derrame dependiente, de los deshechos de los pudientes. En cambio, cuando se piensa en no tener problemas con los medios y con el campo, se cometen las mayores injusticias sociales que luego, repercuten electoralmente. Si estamos asistiendo a una guerra de carácter internacional que somete al aumento de la inflación mundial y de los commodities – materias primas- como el grano,  la carne, petróleo, litio, carbón, oro. Materiales tangibles que se pueden comerciar, comprar o vender. Insumos en la fabricación de otros productos más refinados que pueden ser negociados, en el mercado nacional o internacional, ya sea en efectivo o mediante otras divisas. De aquí, resulta nuestro principal ingresos de dólares para supervivencia de las arcas públicas del Estado.

Ante este detalle presentado, el populismo progresista debe tener una prioridad proteccionista excepcional y sin discusión alguna, frente a las presiones del capitalismo global de ideología neoliberal. Por ello, es importante hablarle electoralmente a un sector ampliado de la población y evitando caer en el chascarrillo de la polarización, que ya no contribuye en nada.

La “gente”, quiere escuchar soluciones, y el gobierno de tinte popular debe obligarse a ejecutar cuestiones por ese camino, sin desperdiciar su precioso tiempo. ¡Vicentín!

El nuevo discurso político popular y progresista para este siglo, debe bregar en la responsabilidad de sus actos, para recuperar los sectores perdidos y fortalecer el voto duro. Tener la característica de ser extendido hacia toda la ciudadanía, con ejemplos concretos y realizables, determinados en plazos previstos. Apartándose de la confrontación innecesaria de sus voceros. Captando lo mejor del imaginario colectivo de la sociedad. Proponiendo la creación de nuevas expectativas.

Una estrategia política inteligente, es hermanar a la población por encima de lo ideológico porque da como resultado una genuina homogeneidad de intereses ciudadanos y una buena integración poblacional, que es en definitiva, lo que cualquier movimiento progresista y populista quiere conseguir. Para esto tener presente los errores en La Francia de Emmanuel Macrón.

Parafraseando a Federico Moura; “largar la piña en otra dirección” y también basarse en el accionar político que dio resultado hace mínimamente, 85 años atrás, en todo el mundo occidental, brindando felicidad a todo un pueblo que vio en el empoderamiento de sus derechos, la asequibilidad de bienes y servicios.

Sin olvidar el 24 de marzo de 1976, que “la Memoria, la Verdad y la Justicia” deben prevalecer para volver a poner en acto aquellos valores nacionales, que por violencia del terrorismo de Estado en connivencia con los Altos Magistrados de la Justicia Federal, nos quisieron arrebatar. Y que hoy, se sigue insistiendo desde la antipolítica con manifestaciones irracionales, inducir a la falsa creencia de que los derechos humanos son un curro y un invento del populismo para mantener intacto un aparato político de corrupción.

Por lo cual es sumamente importante, que en cada 24 de marzo se  siga ganando las calles con millones de ciudadanos, que marchen en defensa de aquellos que dieron su vida por auténticos ideales libertarios.

Es muy posible crear un mensaje ganador hacia el electorado, donde se enuncie “recuperar el poder”. Tal como fue la temática por el Brexit, en Gran Bretaña. En nuestro caso sería, “recuperar el poder, popular”.

Cuidar la comunicación en lo discursivo, es poner en práctica un nuevo proceso dialéctico que ayude a debatir, argumentar, con capacidad de razonamiento desarrollado en principios palpables, que le permitan al electorado profesionalizarse en la búsqueda de mejores elementos políticos para comparar y obtener logros colectivos e individuales. Incluyendo una re-significación en el contexto actual, de una imagen  meritocrática pero basada, primordialmente, en lo social.

 

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