El Juez Federal Daniel Rafecas presenta su libro en la UNAHUR: «En un Estado de Derecho, nadie pierde la condición de ciudadano, ni siquiera el peor de todos»


Por Rody Rodríguez.

Este jueves 22 de marzo a las 19 horas en la biblioteca de la UNAHUR, (Origone 1511 Villa Tesei) el juez federal Daniel Rafecas presentará su libro «El crimen de tortura en el Estado autoritario y en el Estado de Derecho». Será en el marco de la semana de la Memoria, organizada por la Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad, la Universidad Nacional de Hurlingham. La entrada es libre y gratuita.

Daniel Rafecas, 50 años, 30 trabajando en la justicia y casi 14 como titular del Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 3, tuvo y tiene a su cargo casos contra delitos de lesa humanidad de enorme trascendencia. En el ámbito académico se especializó en el estudio de los horrores del Holocausto, la discriminación y los derechos humanos. Es autor entre otras obras, del libro «El Crimen de tortura en el Estado autoritario y en el Estado de Derecho», que será presentado este jueves en la UNAHUR. El juez Rafecas recibió a El Ciudadano en su despacho de Comodoro PY para hablar sobre este libro y sobre los aspectos que su texto abarca.

-Cuando se escribe un libro, al que se le dedica tanto tiempo de investigación, se supone que la intención es que lo lea la mayor cantidad de gente posible, sin embargo usted pone un límite. Advierte que este libro no es para aquellos que crean que un preso no es un ciudadano. Es una vara muy alta teniendo en cuenta que son mayoría los que se irritan cuando se habla de los derechos de los presos.

-De mi parte no es la intención excluir a nadie de la lectura o del texto pero esa referencia de que si la persona que quiere leer el libro no está predispuesta a considerar que el preso no es un ciudadano, que deja su condición de ciudadano en la puerta de la comisaría o de la cárcel se va a encontrar con una cantidad de reflexiones y consideraciones del autor que no le van a conformar. Es en ese sentido que lo dije, no quiero que esa persona adquiera un libro que le va a generar repudio pero por supuesto mi intención es que la gente lo lea, que genere cierto debate. Uno siempre tiene la intención de convencer, de iluminar, de ilustrar, de llevar una serie de razonamientos que lleven a entender que en un Estado de Derecho nadie pierde la condición de ciudadano, ni siquiera el peor de todos, ni siquiera un Etchecolatz. Si hay algo que separa la dictadura de la Democracia es eso. La dictadura genera, por una cuestión estructural el «nosotros y ellos», genera «ciudadanos de primera» y «ciudadanos de segunda». A veces de una manera abierta y descarada como fue el régimen nazi con la legislación del año 1935 con el decreto sobre los judíos, la dictadura argentina también con la legislación penal apuntándole directamente a las organizaciones subversivas o armadas y a veces de manera más sutil. Lo cierto es que no hay dictadura sin construcción del enemigo y a ese enemigo se le niegan todos los derechos o sea la lógica del enemigo en el sentido bélico de la definición. Muy lejos de eso, en el Estado de Derecho todos somos iguales ante la ley, todos tenemos derechos, todos somos ciudadanos, más allá de lo que hayamos podido cometer, que para eso están los resortes legales, están los recursos, están las condenas y están los establecimientos previstos para el caso pero creo que ese es el punto del partido del cual después arranca toda la construcción de lo que sostiene el libro.

-Más allá de la enorme diferencia que plantea entre dictadura y democracia, subsisten métodos de violencia institucional que los emparenta. Sigue vigente la tortura cómo método para que el sospechoso «cante». ¿De eso también se ocupa «El crimen de tortura»’?

-Justamente la primera mitad del libro transita todos los aspectos tan horrorosos de lo que fue la represión ilegal durante la dictadura y por supuesto el tratamiento que tuvo durante estos quince años de proceso de juicio y castigo a lo largo y a lo ancho del país y la segunda mitad del libro es precisamente, la demostración de estas continuidades de violencia institucional, especialmente por parte de policías y penitenciarios en la Argentina. Sobrevive hasta el día de hoy estas prácticas de torturas, de malos tratos, las detenciones ilegales de modo masivo contra casi siempre personas, personas pobres, marginales, desplazados, inmigrantes ilegales y lo que se intenta demostrar es que la continuidad de estas prácticas provienen claramente de la dictadura. Una de las razones fundamentales que la explican es que generaciones de penitenciarios y de policías fueron integrantes de los grupos de tareas de esa época, esto está demostrado ampliamente en las causas judiciales incluyendo la que tramita mi juzgado y estas generaciones que tuvieron impunidad durante 20 años en la post dictadura han formado a las nuevas generaciones que son las que actualmente están en el poder de modo tal que esto es una cuestión cultural. La impunidad en materia de crímenes de lesa humanidad no fue gratis para nuestra sociedad, no fue gratis para nuestra cultura, no fue gratis para nuestras fuerzas de seguridad y fuerzas armadas.

-En materia de derechos humanos la Argentina transitó por diversos claroscuros. Inauguramos la Democracia con el juicio a las juntas militares y después vivimos el punto final y la obediencia debida, los indultos, la anulación de esas leyes, la multiplicación de juicios por la memoria, la verdad y la justicia y todo el debate en torno al 2×1 para los genocidas. ¿Cuál es momento de los derechos humanos hoy?

-Yo puedo dar mi visión desde adentro como operador implicado desde hace quince años en estos procesos como titular de la causa Primer Cuerpo de Ejército. Nosotros aquí con el personal de trabajo que tenemos en la causa de crímenes de lesa humanidad, estamos trabajando, diría en un 90 %, igual que hace tres años. Es decir no hemos tenido ni presiones, ni cambios, ni modificaciones, tampoco la ha tenido la Fiscalía, tampoco la ha tenido la Cámara, ni la hemos tenido en materia de legislación. En ese contexto el único momento de cierta preocupación fue aquella sentencia Muiña de la Corte Suprema de hace más de un año, pero como es de público conocimiento, fue rápidamente remediada primero por una gigantesca y muy confortante movilización popular, pero también por la expresión inequívoca de todas las fuerzas democráticas de la Argentina luego refrendada por una Ley casi unánime del Congreso que llevó hace muy poquito a que la Corte, con otra mayoría, rechace un planteo similar, y lo cierto es que de hecho no hubo un solo Tribunal, ni de primera ni de segunda instancia, en todo el país que haya vuelto a firmar lo que se había sostenido en el caso Muiña. Eso fue una grieta que se abrió y que fue rápidamente cerrada por los diferentes recursos con los que contamos en nuestro sistema democrático. Más allá de esta circunstancia nosotros seguimos trabajando con el mismo ímpetu, con los mismos recursos, como siempre, no hemos tenido cambios, y decía un 90 % porque una cuestión que sí ha sido de lamentar es que el Poder Ejecutivo decidió durante los últimos años, por razones de reducción de presupuestos, etc, ir desmantelando o reduciendo la dotación de oficinas que tenían tanto en el Ministerio de Seguridad como en el Ministerio de Defensa, que estaban encargadas de dar asistencia a los Tribunales que en la recuperación y ubicación de legajos y otro tipo de asistencia para las causas, pero bueno lo que hacían ellos en esas oficinas lo terminamos haciendo nosotros, no es que no se va a poder hacer pero fue una pena que se haya decidido eso.

-Hace unos años, ante una agresión de tres jóvenes a otro, por su condición de judío, usted decidió reemplazar una medida punitiva por una educativa y llevó a los agresores al Museo del Holocausto para informarles sobre el tema y para hablarles de discriminación.
Vemos cotidianamente episodios de racismo en la sociedad argentina, no solo antisemita, sino agresiones al inmigrante, al pobre, al diferente. ¿Cómo se cambia?, ¿Cómo se educa para frenar esta patología?

-Hay un fenómeno que un poco explica esa inquietud y es el hecho bastante sorprendente de que hasta hace 50 años la cuestión de la educación, en términos de ciudadanía de emparejamiento y de igualdad entre todos, más allá de las condiciones sociales étnicas, religiosas, incluso de género, era un resorte que estaba casi exclusivamente en manos de la escuela y de la familia y tal vez de algunos valores religiosos, pero ahora tenemos otro actor que está cumpliendo un papel decisivo que son los medios masivos de comunicación y esto es un fenómeno del cual, por ejemplo a mi generación, nadie nos enseñó cómo manejarnos frente a este nuevo actor. No soy experto, soy abogado, soy docente, pero me da la sensación que tenemos que prestarle mucha atención a los medios masivos de comunicación como un agente que ejerce una enorme influencia en esta materia, y que esta influencia puede ser tanto positiva como negativa, me parece entonces que la capacitación, el entrenamiento, el marco legal en el cual se mueven los medios masivos de comunicación pasa a tener un rol fundamental en este asunto.

-Los medios de comunicación tienen también una responsabilidad no menor en esta tendencia creciente de judicializar la política. No es casual hoy que los Tribunales de Comodoro Py sea centro de atención mediática permanente y que los jueces tengan un protagonismo mayor que los de cualquier legislador o funcionario nacional. ¿Cómo se maneja un juez en este caso, frente a este nuevo escenario?

-Está claro que los medios masivos de comunicación llegaron para quedarse dentro del ámbito del sistema penal o del sistema de justicia; esto es algo que ya en el año 2000 lo había señalado (Raúl) Zaffaroni junto a (Alejandro) Slokar y (Alejandro) Alagia en el Tratado de Derecho Penal y es un fenómeno creciente en que nosotros, yo como abogado jurista, no fuimos formados. La relación con los medios es algo que uno va a aprendiendo sobre la marcha y va conviviendo en el día a día. Pero esto no estuvo previsto en mis 30 años de formación en Tribunales; pero evidentemente es un factor innegable como los periodistas, los medios, las noticias analizan, observan e influyen sobre la sociedad.

-¿Cuál ha sido la mayor satisfacción y cuál fue la mayor frustración en su labor de casi 14 años como juez?

-Sin ninguna duda mi mayor satisfacción es haber llevado reparación, verdad y justicia a miles de víctimas de la dictadura en el marco de esta causa del 1er Cuerpo de Ejército durante estos 14 años. Esto ha sido un desafío profesional que se ha satisfecho en buena medida y nunca más a lo largo de mi carrera voy a volver a tener ese privilegio. Yo estoy muy agradecido a las distintas instituciones que permitieron que yo llegara a este cargo y todos los días me pregunto si he estado a la altura de las circunstancias y qué más puedo hacer al respecto; pero en realidad es un compromiso que trasciende la satisfacción de los derechos de las víctimas sino que también atañe a todo el pueblo argentino y también en el ámbito internacional porque son crímenes cometidos contra toda la humanidad. Por esa razón no hay duda que ese ha sido mi mayor desafío y creo que mi mayor logro.
Y mi mayor frustración fue el desenlace que tuvo el debate oral y público con relación al juicio conocido por los sobornos en el Senado. Desde el año 2004 hasta el año 2010 aproximadamente batallamos denodadamente con el equipo de trabajo. Nosotros nos convencimos que el principal imputado que había denunciado los hechos estaba diciendo la verdad, por una larga lista de indicios y de pruebas que lo avalaban, logramos elevar a juicio ese caso con el apoyo de la Cámara Federal, de la Fiscalía y de la querella y la verdad que el desenlace de la absolución de todos los acusados en la etapa oral y pública, fue para nosotros muy duro pero no por una cuestión de parcialidad sino por una cuestión de esfuerzo y de trabajo no solamente mío, sino también de los funcionarios que trabajaron en el caso.

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