Léonie y Alice: Dos ángeles en medio del infierno

Las monjas francesas secuestradas en Hurlingham

Por Gabriela Chamorro ||

Entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977 fueron secuestradas las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon. Ambas habían cuidado al hijo discapacitado de Videla en 1955, cuando Videla era vecino de Hurlingham. 

Era un diciembre similar a éste pero de hace 37 años. Con mucho calor y mucha humedad en las calles del conurbano.

Léonie Duquet y Alice Domon no eran incrédulas venían de lejos pero hacía mucho trabajaban en el país y habían forjado entre ellas una profunda amistad. Bajo sus sotanas se escondían dos mujeres que ya hacía mucho tiempo sabían lo que pasaba.

Tenían 61 y 40 años cuando, con diferencia de horas fueron “chupadas” de dos iglesias e invitadas a vivir torturas y tormentos por varios días para luego pasar a formar una línea más del largo listado de los desaparecidos de esa época siniestra de nuestro país.

Muchos años habían pasado desde que, con sus delicados acentos franceses habían llegado a este cordón industrial de Buenos Aires desde la Congregación de las Misiones Extranjeras de París. Léonie bastante tiempo antes que su joven amiga, en 1949 y Alice, ocho años después.

Cuando llegó al país Léonie trabajó un tiempo en Neuquén y la Patagonia con los mapuches y luego sus deberes la trasladaron a Ramos Mejía, al Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Castelar donde estableció su hogar. Más tarde llegó Alice junto con Evelyn Lamartine, ésta última luego se convertiría en la madre superiora de las dos. Así continuaron las tareas en las villas y los colegios de Hurlingham y cuando el panorama político y social se fue poniendo más pesado sus ideales las llevaron a ayudar a los familiares de los desaparecidos, que, para ellas eran parte de los “desamparados”; primero con rezos y consuelo, luego con tareas más concretas.

Las hermanas comenzaron a comprometer con tareas como elaborar las listas de los desaparecidos y recolectar dinero con los familiares para publicar solicitadas pidiendo explicaciones. Fue precisamente en una reunión el 10 de diciembre en la Iglesia de Santa Cruz donde estaban redactando una solicitada que saldría al día siguiente en el diario La Nación, donde la detuvieron a Alice. El siniestro Alfredo Astiz, se había infiltrado allí haciéndose pasar por Gustavo Niño, hermano de un desaparecido para luego marcar por las características físicas y la vestimenta de los concurrentes a los Grupos de Tareas a quien tenían que secuestrar. Cuando Evelyn se enteró de las detenciones le rogó a Léonie que se fuera, pero ella le contestó tranquilamente: “No, a lo mejor viene con hambre o quiere bañarse». Dos días después, se la llevaron de la Parroquia San Pablo de Ramos Mejía, los secuestradores la engañaron diciéndole que Alice había sufrido un accidente y se encontraba en un hospital, ofreciéndose a llevarla.

Las hermanas estuvieron en la ESMA unos diez días, fueron salvajemente torturadas. Luego fueron “trasladadas” junto con las once personas restantes a su destino fatal.

La historia de ambas además de dramática tiene un componente irónico. Las hermanas habían conocido varios años antes a Jorge Rafael Videla, entonces vecino de Hurlingham e integrante del Movimiento Familiar Cristiano del obispado de Morón. Videla confió a las hermanas el cuidado de uno de sus hijos, Alejandro, -que tenía Síndrome de Down-. Otra de sus hijas, María Cristina, también estuvo al cuidado de las hermanas.

Sobre la relación con el hijo de Videla, no hace mucho, Evelyn, la única de las tres que sobrevivió recordaba desde su casa en William Morris, que: “el chico se abrazaba a Léonie y lloraba gritando que no quería volver a su casa”.

Con las hermanas secuestradas comenzó el protagonismo de Evelyn Lamartine que realizó un peregrinaje inesperado: golpear puertas de tribunales, comisarías, despachos, y hasta de la Nunciatura. Fue a ver al representante del Papa, monseñor Pío Laghi -recuerda-, «Nos miró como si fuéramos bichos asquerosos, y nos dijo: nosotros no sabemos nada, por algo habrá sido».

Fue ella la que presentó los recursos de hábeas corpus para Alice y Léonie en tiempos donde firmar un papel como ese ponía en peligro la propia vida. Lo que les ocurrió en la ESMA, esos diez días, es fácil imaginarlo, los documentos de la CONADEP y del Juicio a las Juntas dan por seguro que luego de la tortura fueron «trasladadas» al aeropuerto militar de Aeroparque, subidas sedadas a un avión de la Marina y arrojadas vivas al mar.

Sin embargo, antes de asesinarlas, y cuando el escándalo internacional se hizo presente, los militares tuvieron el suficiente cinismo para arrojar una batería de mentiras sobre ellas: que habían sido secuestradas por la organización guerrillera Montoneros -para lo cual incluso obligaron a Alice a escribir una carta diciendo que había sido secuestrada por un grupo opositor a Videla-, para luego sacarles fotos con una bandera de Montoneros exhibiendo un ejemplar del diario La Nación. Los políticos y militares de la época mentían y manchaban el nombre de Léonie y Alice. Decían, también, que se habían ido a México a ejercer la prostitución, como dijo a la prensa, el ministro del Interior Albano Harguindeguy.

En 1990 el capitán Alfredo Astiz fue condenado en ausencia a cadena perpetua por la Corte de Apelaciones de París como culpable de la muerte de las hermanas Léonie Duquet y Alice Domon.

El cuerpo de Léonie fue identificado por el Equipo Argentino de Antropología Forense en el año 2003. Su cadáver estuvo sepultado como NN durante 28 años en el cementerio de General Lavalle.

Hasta el momento los restos de Alice Domon no han sido hallados y permanecen desaparecidos.

Pero la historia de ambas no murió, sigue viva, cada diciembre alguien las recuerda con admiración por sus convicciones, su entereza y haber sido dos ángeles en medio del infierno que vivió nuestro país.

Las monjas francesas Alice Domon y Léoni Duquet - Hurlingham

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here