Pan y trabajo, no flan

 

Por Gustavo Zapata

Secretario General CTA Regional Morón Hurlingham e Ituzaingó |

 

Es público y notorio que este gobierno se quedó sin cartuchos, excusas, mentiras y trucos, pero que la banda gerencial se quedó con todos los dólares, empresas y recursos. Esta hecatombe cambiaria, inflacionaria, desindustrializadora, destructora de empleos, entre otras plagas amarillas, era el único fin esperable desde 2015. Es lo que una parte apenas mayoritaria compró.

Las y los trabadores organizados tenemos una responsabilidad muy grande de ahora en más: no sólo construir el frente patriótico que le de salida a la crisis que inventó el macrismo, sino generar la fuerza social consciente y solidaria con todos los caídos.

Las calles ya son de todos los sectores populares que pusieron el cuerpo para poner la dignidad en pie: las mujeres con las demandas de género, los estudiantes y docentes en todos los niveles y con crecientes espacios de unidad, las organizaciones sociales en sus diversas expresiones y los trabajadores que resisten cada día por la pérdida del trabajo y del salario. Faltaba que la CGT asumiera su rol y le pusiera fecha a la unificación de las luchas. Ya demostramos que podemos parar el país. Ahora tenemos que demostrar que somos capaces de moverlo en el sentido del rumbo que perdimos en diciembre de 2015.

El gobierno y sus fanas solo tienen el odio como oferta de futuro. Deuda, tierra arrasada, gendarmería, publicistas y ganapanes con toga. El odio es como la arena.

Los mesadineristas, grandes empresarios que repiten como loros la marca del arma que los suicida como clase, grandes ausentistas que negrean unos pocos peones para enviar sus dólares al exterior. Estos ya no tienen nada que vender.

Nosotros, los que hacemos todas las cosas, tenemos la capacidad de reconstruir la patria, generar producción, distribuir la tierra y la riqueza, no solo los recursos, sumar trabajo, transportar, producir energía, acero y tecnología. Pero necesitamos una conducción que claramente marque el rumbo, tome las decisiones que limiten privilegios y distribuyan posibilidades. Y tenemos la fuerza de sostener esas decisiones.

Ya aprendimos lo que significan las retenciones, por ejemplo, que nos protegen de la voracidad de los dueños de la tierra, que ganan pero no producen con sus manos los alimentos. Que permiten precios internos distintos de los internacionales. Que sirven para generar otras fuentes de trabajo mediante la distribución del ingreso en subsidios y planes sociales masivos. Sino aprendimos esto, es que nos gusta el látigo y la mentira.

Y serán muchas las grandes decisiones que nos lleven a un país para todos. Por ejemplo limitar la circulación de los billetes extranjeros y pesificar la economía, porque en pesos son los salarios. O poner en manos del Estado las empresas de energía…cambiar leyes para sacar a los jueces comprados, repartir y dar de nuevo la palabra y la pantalla… tantas y tantas decisiones que requerirán de nuestra participación, consulta y fuerza movilizada decisoria.

La gran batalla siempre fue o derechos o mercado. Ya probamos varios platos de mercado y apenas unas cucharadas de derechos.

Construir la esperanza es construir esa dignidad que nos permita dar de comer, educación, salud vestido, deporte, vivienda y humanidad al niño y al adulto mayor. Los que soñamos con que las escuelas, los hospitales, los hogares de descanso de ancianos sean palacios…pero también que los que trabajan y los que ya no pueden trabajar, pero pueden aportar de mil maneras al bienestar popular, tengan una vida vivible, definiendo nosotros qué significa la dignidad. Y eso no es un flan para pocos, sino llamar a todos a la cocina y la mesa.

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