Carta abierta a la comunidad de Hurlingham: el abuso del poder público y la necesidad de un límite claro Hurlingham.
Soy Gerardo Gabriel Ghiguly, ingeniero, padre de familia, ciudadano de esta ciudad y trabajador comprometido con la construcción de una sociedad más justa, donde las instituciones estén verdaderamente al servicio de la gente.
Decidí escribir esta carta abierta para compartir un hecho que me tocó vivir el pasado 30 de abril de 2025, entre las 16:00 y 16:30 hs, en la esquina de Germán Argerich y Mascagni, cuando presenció un operativo de tránsito municipal en el que tres agentes retenían a una joven para secuestrarle su moto, aparentemente por circular sin casco.
Habiendo sido víctima en el pasado reciente de un secuestro de vehículo que consideraba injusto, sentí la necesidad de acercarme con un casco que tenía en mi casa, con la esperanza de que ese gesto pudiera evitarle a esta vecina la pérdida de su medio de transporte. Mi intención era genuina y pacífica.
Sin embargo, al regresar al lugar, me encontré no solo con un operativo más amplio (con varios agentes municipales adicionales), sino con una actitud absolutamente hostil hacia mi presencia. Se me negó el derecho a hablar con la conductora, se me interrogó con desdén, y fui despedido con gestos de burla que evocaban actitudes de compañeros de secundaria haciendo bullying. Literalmente se me dijo, con tono burlón: “Vaya para allá”, en una imitación cínica del conocido “andá para allá, bobo”.
Al darme cuenta de que no era bienvenido y que el ambiente estaba cargado de provocación, decidí retirarme. Mientras cruzaba la calle, ya de espaldas y en la vereda opuesta, un agente municipal me gritó: “¡Comprate una vida!”. El comentario fue innecesario, agresivo, y con la clara intención de humillarme frente a sus compañeros, quienes lo celebraron con risas y gestos de complicidad. A mí no me quedó más que responder que mi vida era interesante, y que no debía hablar como una “villera” llevando el uniforme municipal. Fue lo más fuerte que dije, y aún así, no recurrí al insulto vulgar ni a la descalificación gratuita. Respondí en defensa propia, para no dejar pasar un atropello.
Me fui dolido, humillado y en soledad. Mi gesto solidario no solo fue rechazado, sino ridiculizado. Y aunque mantuve la calma dentro de lo posible, la violencia simbólica del momento fue clara y sostenida. Los agentes actuaron como grupo cerrado, con desprecio por la ciudadanía y con una peligrosa sensación de impunidad.
Escriba esta carta porque sé que este tipo de situaciones no son aisladas. Sé que hay muchos vecinos que han sufrido abusos de poder o destrato de parte de funcionarios públicos que olvidan que el uniforme no los convierte en superiores, sino en servidores. Y también sé que hay personas valiosas que podrían ocupar esos cargos con verdadera vocación de servicio.
Por eso, esta carta también es un llamado. A las autoridades, para que tomen este hecho con la seriedad que merece y den una respuesta ejemplar, no con traslados internos o silencios cómplices. Y a la comunidad, para que no normalice estas actitudes, para que se exprese, acompañe, y reclame el respeto que nos merecemos como ciudadanos.
Cabe señalar que este hecho no se limita a una expresión personal en una carta abierta. Presentó también un reclamo formal ante la Municipalidad de Hurlingham, exigiendo respuestas concretas y ejemplares. Asimismo, recientemente presentó un reclamo ante el Juzgado de Faltas N.º 2 por una situación anterior vinculada a un procedimiento de tránsito injusto. Porque las instituciones deben escuchar al ciudadano, no ignorarlo; y si realmente se busca una sociedad mejor, no puede haber espacio para el abuso de poder ni para la impunidad dentro del Estado.
Al dicho presentar reclamo ante el Juzgado de Faltas N.º 2, incluso ante la incertidumbre de su utilidad expresada por personal del juzgado, manifesté con respeto que confiaba en que el juez sabría qué hacer con mi escrito, y que en caso contrario, yo también sabría qué hacer con él. Porque cuando una autoridad (en este caso, el juez) no escucha a su conciencia en el ejercicio de su función, vulnera no solo los derechos de las personas, sino el sentido mismo de la institucionalidad y del Estado de Derecho.
Porque el respeto no se mendiga: se exige. Y el Estado no está para humillar, sino para garantizar derechos. Atentamente,
Ing. Gerardo Gabriel Ghiguly
Ciudadano de Hurlingham