Recuerdos del zoológico de Hurlingham

entrada del zoo

Por Raúl Coria y Maru Pampín. El Día del Animal de 1984 se inauguró el Zoológico de Fauna Autóctona de Hurlingham, el primer zoológico privado oficializado por la provincia de Buenos Aires que fuera creado con el fin de difundir la conservación de especies animales de nuestro país. También en abril, pero 2004, el zoológico cerró definitivamente. Claudio Ciocci, creador y director de ese zoológico, recuerda esos 20 años de trabajo.

Se cumplen 10 años del cierre del Zoológico de Fauna Autóctona de Hurlingham, que funcionó en nueve hectáreas ubicadas en Gorriti y Camino del Buen Ayre, un predio pegado a la Fundación Felices los Niños del ahora preso cura Julio Cesar Grassi.

Ciocci recuerda los orígenes de ese histórico emprendimiento:

-Mis conocimientos sobre el tema nacen cuando tenía 14 o 15 años con mi padre en William Morris en la casa en la que vivíamos en la calle Villegas criando animales, básicamente pájaros de jaula porque él era un enamorado de los pájaros. Creo que ahí empezó todo para mí. Cuando terminé la secundaría trabajé en la Reserva Mundo Animal de Jorge Cutini. Empecé bien de abajo, de cuidador. Con menos de 20 años llegue a manejar leones, tigres, osos, elefantes. En esa época ese zoológico estaba enfrente de La Serenisima, en Gral. Rodríguez, y ahí emprendí muchísimo de cómo manejarme con los distintos animales. Después a partir de una idea mía junto con un grupo de vecinos, más mis suegros, mis padres, mis hermanos, empezamos con el sueño del zoológico de Hurlingham.

-¿Cómo siguió la historia?

-Con la llegada de la democracia nos presentamos y ganamos una licitación que hizo el CEAMSE para construir un zoológico en esos terrenos. Finalmente inauguramos el día del animal del año 1984, el 29 de abril. Estuvo presente el intendente de esa época Norberto García Silva. Nosotros tuvimos la matricula Z1 de la Dirección de Fauna de la provincia, que significaba que éramos el primer zoológico privado habilitado de la provincia de Buenos Aires, no había antecedentes, incluso el zoológico de Cutini funcionaba si habilitación.

-¿Cómo hacían para mantenerse?

-Los primeros años fueron muy duros porque vino el proceso de inflación durante el gobierno de Alfonsín. Después de esa época cuando las cosas empezaron a acomodarse el zoológico creció muchísimo. Jamás recibí pedí ayuda ni subsidios. Yo siempre creí en que lo que estaba haciendo, y sabía que iba a dar resultados económicos y por mucho tiempo así fue. Los ingresos venían por la boletería, la publicidad en cartelería, aunque reconozco que no la manejaba bien por que no conozco el tema, pero si podía manejar bien el tema de reproducción de animales y eso aceleraban el proceso de mejoramiento del zoológico, con el número de especies por ejemplo. En los últimos años llegaron a nacer unos 50 o 60 animales en un año.

-¿Eso le generaba ingresos?

-No, por que la legislación de la provincia dice que vos podes vender un animal si nacieron en tu lugar pero sólo a otra institución privada. Los zoológicos del Estado no compran, los canjean, y al canjear a mi me permitía no tener que comprar animales nuevos. Nosotros tuvimos mucho éxito con nacimientos de guacamayos, que son papagayos, que son los primeros de una especie de guacamayo verde de las yungas salteñas del norte, un papagayo absolutamente verde, que criamos en un número de siete u ocho, y te aclaro que se crían uno o dos por año, nada más, y son muy valiosos, hoy podemos llegar a hablar de hasta tres mil dólares el precio de estos animales, y nosotros cambiábamos a ese valor por otros animales al zoológico de La Plata o Buenos Aires, por lo tanto me hacía de una determinada cantidad de animales, lobos por ejemplo, que de otra manera tendría que haber ido a comprar.

-¿Cuanto animales llegó a tener el zoológico?

-Casi a los 500 animales, contando con los domésticos.

-¿Y en cantidad de especies?

-Llegó a haber unas 55 especies, y entre los más importantes te puedo señalar los guacamayos, lobos, cóndores, monos, pumas, ñandúes, jabalíes, cisnes, flamencos, patos, y los preferidos de los chicos que eran el oso hormiguero y el búfalo Toto.

-¿Cómo comienzan los problemas con Grassi?

-Un año antes de que ganáramos la licitación, llegó a la zona el sacerdote Julio César Grassi, cuando se desmantela lo que era el instituto forestal nacional, y todo transcurría normalmente hasta que algunas voces comienzan a decirme del interés del cura en el terreno, cosa que no lo creía, porque su fundación Felices los Niños que funcionaba al lado tenía 60 hectáreas y no necesitaba 9 hectáreas más. En junio de 1999 me entero que el sacerdote pone una carta en el CEAMSE que nunca me voy a olvidar, la número 106.816 del 6 de julio del 99, que pedía en comodato las tierras que ocupaba el zoológico de Hurlingham, y dos meses después recibí la carta documento para que me fuera.

Fue la primera, y única vez, que le hicieron un desalojo a un zoológico en el país, no tenía sentido, teniendo el CEAMSE sus jaulas verdes y teniendo además el parque del Camino del Buen Ayre, y pagando sin falta hasta el último recibo de alquiler durante todos los años que estuvimos ahí.

-¿Y frente a esos problemas decide cerrar?

-Fue una época muy dura, muy difícil, porque tuvimos que soportar un juicio por desalojo y había que soportar un país en la peor crisis.

-Además sufrió la muerte de animales de manera muy extraña…

-Si, fue en la época en que Grassi comenzaba con los problemas que todos conocen. Nosotros teníamos unos 30 ciervos de los cuales se murieron unos 20, con bolsas de nylon en el estómago, y los chicos, inofensivamente o mandados, cruzaban los alambrados que compartíamos con la Fundación y les daban panes hechos en la panadería de la Fundación con bolsitas de nylon adentro. Nosotros hicimos venir a Fauna para que mirara que estaba pasando, y la verdad es que fue bastante cruel lo que pasó. Al zoológico lo habían condenado al cierre, y yo no lo quise ver. O aceptaba el juicio y me rompían la cabeza al terminar el juicio o me iba antes, por eso digo ahora que fue un error haberme quedado, porque sufrí las consecuencias de un juicio totalmente desigual.

-¿Qué pasó con los animales que tenía en el momento del cierre?

Antes de eso habíamos sufrido la baja de muchos de ellos. El resto lo vendí a un  zoológico en la ciudad de América, un pueblo muy lindo, agrícola-ganadero, muy chico que está entre Trenque Lauquen y Villegas, a unos 80 kilómetros de Gral. Pico. Me los pagaron en tres años, sin intereses y con la promesa de un trabajo que nunca llegó.

-¿Qué buenos recuerdos tiene del zoológico?

-Tengo un gran recuerdo de la gente que colaboró para hacer el zoológico, aquellos que invirtieron su tiempo, su esfuerzo, su dinero para llevar esto adelante, con algunos de ellos me suelo hablar cotidianamente como es el caso de Roxana López, Juan Lomayo de la Zeta, y me acuerdo también de José Maceira, que se murió en el año 2000 cuando empezó toda la crisis en el zoológico, y eso le produjo una gran tristeza. La verdad que la pasamos bastante mal. Y la familia por supuesto, mi mayor agradecimiento para ellos. Tené en cuenta que nosotros vivíamos ahí, nuestros hijos nacieron ahí, y vivimos hasta el día que cerramos el zoo en el 2004. Los recuerdos son imborrables, de ese lugar y de la gente que nos acompaño todo ese tiempo, sin dudas. He visto pasar por ahí muchas generaciones, mis chicos  tienen los mejores  recuerdos de esos años, pero el destino y una mala jugada no querida difícil de resolver desde lo político y desde lo jurídico, hizo que la profesión mía de naturalista, de un  hombre que sabe y conoce de fauna y flora para hacer de eso un hecho turístico, se tenga que ver envuelto en juicios y desalojo.

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