Siempre hay tema de debate cuando se habla del progreso de una ciudad con posturas conservadoras a ideas peligrosamente pragmáticas. El arquitecto Daniel Di Paolo, vecino del llamado «casco histórico» y descendiente de familias pioneras de Hurlingham, en medio de recuerdos reflexiona sobre este tema, donde está en discusión la conservación de un barrio sin que se genere «un museo a cielo abierto» o las construcciones en altura que forman «un muro desde Rubén Darío hasta Ejercito de Los Andes».
Por DANIEL DI PAOLO.
En momentos de reflexión y búsquedas de respuestas a este tiempo histórico, se me cruza por la mente «Nuestra Ciudad» que por distintas situaciones conserva sus características.
Esta situación conservadora fue por mucho tiempo en su «área fundacional» inscripta entre el Hurlingham Club y el espacio que a modo de medialuna queda encerrado entre el Club y las vías del Ferrocarril Urquiza y es allí donde se construyeron los edificios que caracterizan a una ciudad, la Iglesia, la Escuela Pública (ex N° 10), el Correo, la Delegación Municipal, la Central Telefónica, Club Cine y Teatro Cosmopolita, etc.
Esta zona quedó registrada en mi memoria hasta hoy, apoyada por las construcciones típicas tradicionales que se mantienen vigentes.
La disyuntiva que atravesamos hoy: cambios por las nuevas necesidades, por el crecimiento de la población, cambio climático, etc. merecen prestar mucha atención y entre otras posibilidades debemos utilizar los nuevos conceptos urbanísticos que tratan de equilibrar estos problemas con propuestas de desarrollo, tomando al ser humano como el eje del sistema.
Por ejemplo, hace un tiempo asistí a una asamblea barrial entre los vecinos, autoridades municipales y técnicos del ferrocarril, en la cual se trató de explicar la necesidad de la ciudad de inter-conectar distintas zonas del partido, creando una vía de circulación vehicular que libere el paso de los ferrocarriles (Urquiza y San Martín) para lo cual se propuso construir un par de túneles que las pudieran atravesar.
Esta asamblea culminó en un irreductible fracaso y con una especie de rivalidad entre los vecinos y las distintas autoridades.
Después de mucho pensar y estudiar la zona me encuentro en esta disyuntiva. Los vecinos no quieren perder las características que los favorecen sin ver que, por falta de planificación, el avance inmobiliario con nuevas construcciones en altura está generando un muro desde Rubén Darío hasta Ejército de Los Andes, por lo tanto, aumenta la desconexión entre las distintas áreas de la ciudad y sigue el caos.
Esta situación amerita una rápida propuesta urbana para evitar que por inacción se destruya este valioso rincón urbano de la ciudad, que los vecinos defienden con ahínco, sin tomar en cuenta los otros problemas que están sucediendo y complejizando aún más esta zona.
El barrio en el que vivió mi familia -una de las pioneras en la zona desde el inicio del siglo XX-, mantiene las características fundacionales, pero la idea no es generar un museo a cielo abierto, sino que se ajuste a las nuevas necesidades, sin perder sus características esenciales.
Estos lugares me traen a la memoria, algunas situaciones personales, que, si se me permite, quiero recordar para homenajear a nuestra gente, a familiares, amigos y vecinos que fueron conformando la historia de Hurlingham.
Decía que mi familia tanto paterna (los Di Paolo), como materna (los Carretto), fueron de los primitivos habitantes, llegaron aquí alrededor del año 1900, mi bisabuelo fue el mayordomo de la estancia de los Quirno, cuándo Hurlingham era solamente campo, su hijo, mi abuelo, Lázaro Carretto, fue un eximio constructor, construyó muchas de las casonas inglesas, estaciones de ferrocarril incluyendo la de Bariloche, etc.
Mi padre nadaba en el rio Reconquista, mientras que su padre, Pascual Di Paolo, (mi otro abuelo) pescaba en el mismo rio, y la avenida Vergara, aún no estaba asfaltada.
En este barrio fundacional de Hurlingham, por Gurruchaga y Güemes, vivió una escritora Anita Rivas, hija de una familia acaudalada, contaban algunos vecinos que se hacían fiestas, los invitados llegaban en carruajes, vestidos de gala, con orquestas famosas de la época, mientras que la gente del barrio se asomaba por los huecos da las ligustrinas, para curiosear.
El Club, Cine, Teatro Cosmopolita, fue un centro de recreación, se realizaban fiestas, bailes, reuniones en las fechas patrias y carnavales. La iglesia organizaba las procesiones en las manzanas que la circundan.
Hubo comercios importantes, el famoso corralón Casa Carretto, perteneciente a mi abuelo y a mi padre, fue un complejo comercial compuesto por ferretería, bazar, carpintería, herrería, vidriería, corralón de materiales, etc.
Esto fue posible porque en ese Hurlingham primitivo no había donde surtirse de elementos relacionados a la construcción, hoy lo pienso graciosa-mente como un centro de compras actual.
Esta nota, me genera hermosos recuerdos, nostalgias y orgullo por mis antepasados que fueron una parte importante en los inicios de nuestra ciudad.
EN PRIMERA PERSONA
Mi nombre es Daniel Di Paolo, soy nacido y criado en Hurlingham, lugar que me dio ciertas características, al margen por supuesto, de la impronta que nos dejan nuestros padres, en mi caso Miguel y Aurora Carretto, también originarios del pueblo.
Cursé mis estudios primario y secundario en escuelas de aquí, para culminar en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires.
El comienzo de mis tareas profesionales fue en el pueblo, como alguna vez comenté, mi abuelo materno fue un muy buen constructor y mi padre gerenció un corralón de materiales Casa Carretto, lugar que me sirvió como ¨Patio de Juegos¨ entre montañas de arena, bosas de cemento, la carpintería, la herrería, etc. el conocimiento involuntario de anécdotas y ver el desarrollo de trabajos y mis fantasías.
En Hurlingham, realicé el diseño de varias casa típicas, por ejemplo, una de ellas en la calle Solís entre Vergara y Jauretche, se había construido en los años treinta aproximadamente. con planos ingleses (hemisferio norte) el sol tiene la posición opuesta al nuestro por lo tanto los ambientes principales estaban orientados a nuestro sur, situación que obligó a invertir las funciones del edificio obviamente sin demolerlo. Podría contar otras anécdotas de este tipo,como, por ejemplo, en la esquina de Jauretche y Solís, donde se encuentra una heladería típica de Hurlingham, armé este edificio, que es ve como la puerta de entrada al típico barrio inglés, manteniendo la vegetación existente en el predio.
Les cuento que, a pesar de haber tenido esta influencia inglesa por las situaciones contadas, el peso en mi memoria de los recuerdos de este pueblo (Hurlingham), la influencia de los italianos, alemanes, españoles, que también formaron esta ciudad hace que me sienta parte de un Hurlingham que alguna vez fue un pueblito y que hoy se está transformando en una ciudadque espero tener la posibilidad y las fuerzas necesaria para hacer los aportes que permitan su desarrollo sin perder su identidad.
Saludos al Arq Daniel Di Paolo: un hombre…un profesional muy comprometido con Hurlingham
José María González Martens
Barcelona