Vilela retoma la idea de la “contradicción principal” a propósito de la interna en el FDT

El concejal del Frente de Todos y secretario general de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), Nicolás Vilela, escribió un artículo en Contraeditorial en el que aborda el tema de la confrontación interna dentro del Frente de Todos.

Su nota de opinión, titulada “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el FDT”, hace alusión a la conferencia de Mao Tse Tung en 1957 llamada “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo” en la que el líder chino puntualiza que “las contradicciones entre nosotros y el enemigo y las contradicciones en el seno del pueblo, por ser de distinta naturaleza, deben resolverse con diferentes métodos”.

Vilela luego de recordar que “una contradicción externa y antagónica es habitualmente la contradicción principal y que una contradicción interna y no antagónica es habitualmente la contradicción secundaria” dice que “el sentido común indicaría que los problemas se deben a que confundimos la contradicción secundaria con la principal, es decir, a que le damos mayor centralidad a la ‘interna del peronismo’ que al antagonismo con la derecha. Pero tal vez se pueda enfocar la situación de otra manera: ¿y si el problema no tiene que ver tanto con el orden de prioridades sino con el ‘tratamiento correcto’ de cada contradicción?”

Nicolás Vilela indica en su artículo que “Mao establece tratamientos diferenciados para cada caso: lucha, en el caso de la contradicción antagónica; análisis, crítica, debate, en el caso de la contradicción no antagónica” y advierte que  “lo que está ocurriendo hoy en el Frente de Todos acaso sea lo opuesto. En lugar de combatir a la derecha, se la analiza y se advierte sobre los riesgos de su ascenso; en lugar de promover un debate interno, se lo combate en nombre de la unidad y ‘al que no le gusta, que se vaya’. Entonces, -exclama Vilela- el desafío de este momento histórico es producir un tratamiento correcto de nuestras contradicciones”.

En su análisis, el concejal kirchnerista habla de «la fascinación» de los “especialistas en nuevas derechas” que estudian el “fenómeno Milei” y afirma que “No hay que debatir sobre las nuevas derechas: hay que combatirlas” y opina que “en nombre de la moderación y del miedo por el avance de la derecha se insiste con evitar el debate interno” y apunta a los que piden “que no haya crítica, sino unidad”, para luego describir que “una cosa es la ‘unidad electoral’ para ganarle a Macri y otra cosa es la ‘unidad política’ para gobernar la nación”.

No es nuevo que los conflictos internos de un partido popular traten de analizarse desde aquella mirada de Mao Tse Tung sobre las contradicciones en el seno del pueblo.

Aquella conferencia, por ejemplo, sirvió de inspiración a los jóvenes radicales que en 1969 crearon la Junta Coordinadora Nacional y que tiempo después elaboraron un documento denominado “La contradicción fundamental” que fue esencial para esa organización.

En ese texto, los jóvenes radicales de entonces, (Federico Storani, Leopoldo Moreau; los hermanos Stubrin, Changui Cáceres, entre muchos otros), buscaron ponerse por encima de los enfrentamientos entre radicales y peronistas u otros sectores del campo popular, subrayando que la confrontación era entre el pueblo y el antipueblo.

Eran tiempos de un radicalismo en los que se avecinaba el liderazgo progresista de Raúl Alfonsín, dentro de un partido como la UCR, con una fuerte división interna en el que sobrevivían fuertes sectores vinculados a la derecha.

Los Coordinadores trazaron una clara línea entre lo que representaba el pueblo y quiénes eran los personeros del antipueblo. El primero estaba constituido por la clase trabajadora urbana y rural, las clases medias que incluían a la pequeña y mediana burguesía comercial, industrial y rural, los profesionales, la intelectualidad progresista y el movimiento estudiantil.  En el antipueblo, militaban los grupos económicos y empresarios vinculados al imperialismo, la oligarquía terrateniente y los monopolios exportadores e importadores, en tanto las fuerzas armadas y la Iglesia contenían elementos de ambos campos.

De acuerdo al documento de la Juventud Radical, la lucha pasaba por la “destrucción” del segundo de los polos de la antinomia.

Obviamente el propósito de aquellos radicales no prosperó. Lejos quedó el radicalismo de constituirse en herramienta de defensa del pueblo, en combate contra el antipueblo. Muy por el contrario, con el paso del tiempo la UCR quedó reducida a ser furgón de cola de renovadas y exitosas experiencias de derecha, hábitat natural de todas las expresiones antipopulares que aquel radicalismo aspiraba destruir.

No es descabellado suponer que el peronismo unificado en el Frente de Todos pueda padecer un desenlace parecido al de la UCR, como consecuencia de la no resolución de sus conflictos internos y no poder hacer un tratamiento correcto de sus contradicciones, que pueden ser las que pone en debate Vilela en el artículo publicado en Contraeditorial y que aquí se transcribe:

 

“Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el FDT”

  1. En estos días, la fascinación por el adversario se convirtió en oficio: por todas partes proliferan “especialistas en nuevas derechas”. Analistas políticos, periodistas, pero también dirigentes oficialistas asumen que hoy lo importante es el avance del “fenómeno Milei”. Se destinan páginas, congresos, entrevistas y toda clase de foros a caracterizar y finalmente alertar contra el peligro que entraña el ascenso irresistible de la derecha. Esta compulsión diagnóstica acusa un primer error, y es justamente el tratamiento incorrecto de la contradicción antagónica. No hay que debatir sobre las nuevas derechas: hay que combatirlas. El problema no es Milei, que en definitiva sólo representa el espejo de nuestra provisoria inacción; el problema son los analistas de Milei. Un error adicional es el modo mismo en que se lo analiza y los resultados de ese análisis. A los especialistas en nuevas derechas les falta verdadera desesperación por el avance de la derecha; como si no creyeran que efectivamente fuera a suceder. De otra manera no se explica que la conclusión siempre sea que debemos tener miedo y por tanto moderarnos. ¿Cómo se puede dar un combate a la defensiva y haciendo culto de la moderación? La campaña de Haddad contra Bolsonaro ya demostró la ineficacia de estas pretensiones. En resumen: hasta ahora no hemos hecho más que analizar a la derecha; pero de lo que se trata es de combatirla. ¿Y cómo se la combate? Construyendo un programa político superior y militándolo hasta el cansancio. ¿Y si el programa político no está claro? Propiciando un debate interno.

 

  1. Algo evidente: los errores de tratamiento de ambas contradicciones están asociados. Es precisamente en nombre de la moderación y del miedo por el avance de la derecha que se insiste con evitar el debate interno. Que no haya crítica, se nos plantea, sino unidad. El debate sería ideológico; la unidad, pragmática. Pero a esta altura del partido resulta francamente “ideológica” la insistencia con defender la unidad a toda costa, dado que se convierte en una idea abstracta y testimonial si no se llena de un contenido y de unas políticas públicas que transformen la penosa realidad de los argentinos y las argentinas después de cuatro años de macrismo y dos años de pandemia. Y en cambio no hay nada más “pragmático” que proponer un debate interno sobre la redistribución del ingreso cuando se está por cumplir un año de perder las elecciones intermedias.

Volviendo a Mao, la fórmula para resolver las contradicciones internas es “unidad – crítica – unidad”. Y hay que asumir que estamos en el momento de la crítica. La inflación es más importante que la unidad. Una cosa es la “unidad electoral” para ganarle a Macri y otra cosa es la “unidad política” para gobernar la nación. Todavía no está resuelto el debate sobre los motivos de la victoria electoral de 2019. Para un sector del Frente de Todos, el elemento clave fue la unidad de los dirigentes; para el otro, la memoria social del kirchnerismo + la oposición política al macrismo. La derrota electoral de 2021 le dio la razón a estos últimos: si la unidad no garantizaba lo que había garantizado el kirchnerismo, si la unidad no restituía los derechos aniquilados por el macrismo, entonces con la unidad no alcanzaba y de ninguna manera había sido el factor decisivo de la performance electoral de 2019. Hoy es momento de reabrir ese debate no saldado porque lo que está en juego de acá en adelante es si primará la defensa abstracta de la unidad o la defensa concreta de los intereses del pueblo. Unidad – debate – unidad significa partir de la unidad, resolver las contradicciones a través del debate y alcanzar una nueva unidad sobre otras bases. No hay que combatir las críticas sino analizarlas y procesarlas.

  1. Las dos contradicciones, en definitiva, apuntan a una misma conclusión: la necesidad de definir un programa político que represente al pueblo. Como marcó Cristina, “tenemos la obligación de debatir y discutir cómo hacemos para devolverle a la gente la esperanza y los anhelos”. La memoria del kirchnerismo es un buen punto de partida –no de llegada–. ¿Y qué significa entonces “memoria del kirchnerismo”? Que Néstor y Cristina construyeron representatividad redistribuyendo el ingreso y ampliando derechos. Y luego convocaron al conjunto del pueblo a empoderarse de esos derechos, incluyendo el derecho a hacer política. Cuando la representación política funciona bien, no solamente no hay insatisfacción democrática sino que además hay incorporación a la militancia.

Se produce entonces un fenómeno curioso: en lugar de que los representantes “quieran parecerse a sus representados” resolviendo sus demandas, son los representados los que, sintiéndose precisamente muy representados, quieren ser como sus representantes. No importa si hoy la derecha es más o menos antipolítica; importa si el campo popular está politizado. Lo que hay que redistribuir, además del ingreso, es la responsabilidad política por los asuntos públicos. A la derecha no la vamos a combatir con la unidad de los dirigentes sino con un debate político de cara al pueblo y con un proyecto nacional de transformación.

* El autor es licenciado en Letras, docente y secretario general de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), concejal del FdT en Hurlingham. Escribió el libro Comunología. Del pensamiento nacional al pensamiento de la militancia, (Cuarenta Ríos, 2021).

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