Un estudio cualitativo realizado en Hurlingham y otros seis distritos del conurbano revela que «familias que nunca habían pedido comida hoy sí lo hacen» y «que se trata de una problemática que afecta a miembros de una clase media incipiente que en los últimos años dejó de serlo o que cayeron en la pobreza».
El trabajo, para el que se hicieron entrevistas a referentes sociales y funcionarios de los municipios de Hurlingham, Almirante Brown, General San Martín, Moreno, Lomas de Zamora y Florencio Varela, fue difundido por la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, su titular, Guido Lorenzino describió que «estamos ante un escenario en el que la calidad de vida de las familias está cada vez más afectada» y concluyó que «la situación social resulta cada día más grave» y resaltó que «el mayor peso para atender a la crisis recayó sobre los municipios que tuvieron que responder ante la demanda de alimentos».
De acuerdo a la información recogida por la Defensoría, los municipios afirman que los pedidos de alimentos se fueron incrementando desde diciembre de 2015 y «actualmente están al punto límite para atender a las familias debido a la explosión de la demanda desde abril de 2018». Los consultados coinciden en que no sólo aumentó el número de merenderos y comedores, sino que también confirman el dato de que hay más gente solicitando asistencia alimentaria.
Otros datos del estudio remarcan que el consumo de leche y carne «bajó de forma preocupante» y «aumentó muchísimo el consumo de harina».
Para el organismo provincial, este «combo produce obesidad en niños por falta de una dieta balanceada».
A lo anterior se agrega que las proteínas fueron sustituidas por arroz o fideos, llegando al extremo de que «las madres dejan de comer para priorizar el alimento de sus hijos».
La investigación revela además que «los graves problemas relacionados al acceso a la alimentación golpean directamente a la salud de la población, que está muy deteriorada producto de que emergieron enfermedades por falta de vacunas, además de observarse el surgimiento de patologías y enfermedades que se creían erradicadas».
La muestra indica que «los merenderos y comedores, donde antes era habitual la asistencia de jóvenes de hasta 16 o 17 años, hoy también reciben a personas de la tercera edad, abuelos y padres de familia» y que para muchas de las personas que allí acuden el alimento que reciben «es la única ingesta alimenticia del día» y que también que la crisis y los problemas alimenticios se agravan en el caso de los niños, lo cual queda en evidencia porque «los centros de salud están registrando menores con bajo peso y se ha incrementado el nivel de ausentismo escolar, ya que los padres no mandan a sus hijos a la escuela por carecer de zapatillas, ropa, útiles escolares, entre otros elementos indispensables».
Las penurias materiales tienen también consecuencias en lo psicológico. El informe de la Defensoría de Buenos Aires expresa que existe preocupación en las familias «por no encontrar alternativas laborales y los hombres y mujeres se sienten muy castigados y cohibidos». Al repasar los dichos de los entrevistados se rescata que «la vergüenza es el sentimiento más mencionado cuando se describe el estado en el que llegan los grupos familiares a los comedores».