La dura crónica de una masacre de domingo

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Por GABRIELA CHAMORRO

Diego Alberto Loscalzo cometió una masacre: le sacó el arma reglamentaria a su pareja, la agente de policía Romina Maguna, la mató a ella, a tres de sus cuñados, a su suegra y al bebé que iba a nacer al día siguiente de la tragedia. Hirió también a otras tres personas, incluyendo a una niña de doce años, una vecina y a la mujer que perdió el embarazo.Todo entre las 22 y 22.30 del domingo 5 de febrero.  Cuando lo detuvieron huyendo hacia Córdoba, pidió perdón y en sus primeras horas en prisión, rogó que le dieran «las herramientas necesarias para matarse».

 

Uriel ya había sentido los gritos y las peleas otras veces. Pero esta vez, iba a ser la última.

Luego de la discusión y los disparos «El Chino» a quien él trataba como su padre y de hecho, le decía «Papá», salió de la habitación y, decidido le apoyó el arma, todavía caliente en el pecho. No sé si fue el tono de súplica, el miedo en sus ojos, o algún resquicio de cariño lo que hizo que Diego Loscalzo (35) le perdonara la vida.

No lo pensó un segundo. Abrió la puerta de la casa, esa, que su tía y Cinthia, la amiga de la madre que hasta hace unos segundos estaba comiendo con ellos golpeaban frenéticamente y corrió, corrió todo lo que sus 11 años le permitieron para buscar ayuda.

Atrás siguió desatándose la tragedia. En la casa de la calle Cañuelas 2056, en William Morris, poco quedaba del ambiente distendido en el que se preparaban para comer la carne al horno con ensalada y de los pochoclos que su mamá Romina Maguna (36) había planeado hacer. En la pieza, luego de una pelea feroz «El Chino», su pareja desde hacía menos de 3 años le había descerrajado cinco tiros en el pecho que le habían provocado la muerte en el acto.

Al escuchar los gritos y los estruendos se acercaron la amiga y vecina, Cinthia López Gotta y la hermana de Romina, Vanesa (38).  A pesar de forcejear con el asesino ellas también recibieron lo suyo. Vanesa cayó fulminada tras recibir cuatro balazos, Cinthia recibió solo uno y se hizo la muerta. Esa actuación, le permitió sobrevivir y recuperarse más tarde en el Hospital de Haedo. No tuvo la misma suerte el marido de Vanesa, Darío Daniel Díaz que corrió al escuchar los disparos y también fue herido para morir tras una corta agonía en una Clínica cercana. A metros, en la casa de la pareja asesinada, quedaban sus tres hijos, un varón adolescente, su hermana de 9 y el más chiquito de sólo dos años.

Pero Uriel ya estaba a salvo, en la casa de un vecino que llamaba a la policía, seguramente pensando que había sido una suerte que su hermana Fabiana (14) no estuviera en casa esa noche. Y ahí se quedó pensando que todo era un infierno, que no podía ser peor que su madre y sus tíos estuvieran muertos, que la vecina estuviera herida. Lo que Uriel no sabía era que su «papá del corazón»- ya que el propio, había muerto cuando él solo tenía 1 año- tenía pensado continuar con el reguero de sangre y venganza y ya estaba en camino de asesinar más integrantes de su familia.

Con las cámaras de seguridad se pudo comprobar que tan sólo tardó 17 minutos en llegar a la casa donde continuaría con la masacre. «La desgracia» dirían los aficionados a los números, cuando se conoció ese dato en la reconstrucción policial. «El Chino», desde su motito color blanca, usó ese tiempo fatídico para idear un plan. No iba a entrar a la casa de Villa Tesei de su suegra y su cuñado, los iba a hacer salir. Llamó por teléfono, les mintió, les dijo que Romina había tenido un accidente y que la estaba llevando al hospital y espero solo unos segundos que salieran, desesperados en busca del ser querido.

Cuando el auto en el que se desplazaban, un Renault 19 salió presuroso les cruzó la moto y disparó a mansalva. Fueron 19 disparos, el arma que portaba, la que le había robado a Romina, que era policía, solo tiene capacidad para 17 cartuchos. Así que, seguramente, entre muerte y muerte tuvo la fría acción de recargarla.

En el auto estaba el hermano de Romina, José Eduardo Maguna (34), su esposa, Mónica Beatriz Lloret (36), embarazada de 9 meses, su hija Camila, de 12 años y la madre de Romina, Juana Paiva (55)

José y Juana murieron como consecuencia de la balacera, como así también Mateo, el bebé que llevaba en sus entrañas Mónica. Ella y su hija Camila sobrevivieron a la tragedia. Están fuera de peligro, lúcidas pero con todo el apoyo psicológico que necesitan para afrontar lo sucedido.

 

HUÍDA Y DETENCIÓN

La fiscal Paula Hondeville, de la Unidad Funcional Especializada en Violencia de Género de Morón sostiene que el homicida actuó en forma premeditada tanto cuando mató, como cuando planeó su huida. Para ello se apoya no solo en los hechos sino en el informe que se le practicó luego de la detención a «El Chino» por parte del médico legista y especialista en psiquiatría Enrique Javier Gallego. En él recuerda todo de su vida, recuerda su infancia, su incipiente adolescencia en la que dice haber sido violado por una persona conocida de la familia cuando tenía 12 años; un hecho en que lo hirieron con arma blanca que hizo que estuviera internado 25 días cuando promediaba los 20 años; sus ocho hijos con cuatro mujeres diferentes; sus gustos; su familia, su vida antes del día del hecho. No recuerda nada de ese momento. Su defensor oficial Fernando Oviedo le recomendó no recordar y no declarar en el primer momento que se enfrentó a la fiscal Hondeville.

Pero el perito psicológico fue contundente, Loscalzo puede dirimir entre el bien y el mal, entre lo lícito y lo ilícito. Este hecho lo enfrente a entre cinco y seis Homicidios Calificados (todavía no se dirime si la muerte de Mateo en el vientre de la madre será considerado Aborto u Homicidio) que tienen la pena de Prisión Perpetua.

Es que cuando terminó con su segunda masacre, Loscalzo totalmente lúcido planeó su huida. Se sabe que se dirigió en su moto al barrio porteño de Villa Lugano donde por lo menos tuvo tres o cuatro contactos con familiares y amigos. Allí se deshizo de la moto, del arma – o la perdió en la huida, como asegura él, o la vendió para financiar el pasaje en micro a Córdoba- y compró un nuevo chip para su celular.

Sin embargo las pesquisas ya habían escuchado cuál era su plan y se montaba un operativo cerrojo para detenerlo. Llegó a Retiro nervioso y sin equipaje, con un pasaje comprado a último momento, tapándose la cara todo el tiempo. La Policía Federal, de la Provincia y de Córdoba actuaron en conjunto y monitorearon el recorrido del micro trabando contacto con el chofer. Cuando estimaron el momento y lugar indicado procedieron a interceptar el micro y detenerlo.

«El Chino» se encerró en el baño del micro y quiso descartarse de su documento, pero fue finalmente apresado. Allí balbuceó un perdón por lo que hizo y pidió, imploró a los policías que lo juzguen allí en esa provincia, que no lo trasladen a Buenos Aires porque su ex mujer era policía y temía por su integridad en las dependencias y cárceles policiales ya que suponía que sus «colegas» se iban a vengar.

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DETONANTE

Nunca un hecho de femicidio, incluso de femicidio vinculado (los que sufrieron todas las otras víctimas luego de la muerte de Romina) puede ser justificado. Decir que Loscalzo posiblemente había sido violado de chico, que no estaba en su sano juicio, que era un enfermo, que sentía celos, que se enojó por un hecho puntual realizado por su mujer o que tenía sida, no justifica nada de lo que ocurrió después. Se habla en la investigación policial de posibles «detonantes» del suceso.

Así como unos meses antes cuando Loscalzo le robó su arma y chaleco antibalas a Romina y ella fue a denunciarlo y dijo que había sido por celos, porque ella había vuelto tarde de bailar, ahora, se supone que esa escena total y aparentemente normal, de la que habló Cinthia, la vecina que iba a cenar con ellos y se ausentó unos minutos cuando se desató la tragedia, de ese momento rutinario, de poner la mesa, de charlar de temas intrascendentes, de realizar cada uno una tarea- Loscalzo hacer la carne al horno, Romina preparar los platos, hacer unos pochoclos- viró en sólo unos minutos posiblemente cuando «El Chino», leyó un posteo que Romina había realizado en Facebook.  Esto es lo que decía textualmente: «CUANTAS SENSACIONES ENCONTRADRAS EN ESE MOMENTO SENTÍ QUE SE PARABA EL TIEMPO QUE ME FALTABA EL AIRE SOLO CERRÉ MIS OJOS Y SOÑE POR UN MOMENTO QUE TODO ERA MENTIRA QUE NADA ERA VERDAD POR UN SEGUNDO SENTI ESTAR EN TUS BRAZOS ESCUCHE DECIRTE LECHONA TODO VA ESTAR BIEN ESA BRISAS QUE CORRÍAN ERAN TUS CARICIAS QUE ME ESTREMECÍAN EL ALMA MI AMOR …PERO AL ABRIR MIS OJOS SOLO VOLVÍ ALA REALIDAD QUE SOLO TENÍA LOS MAS HERMOSOS RECUERDOS VIVIDOS TAN SOLO EL AMOR ETERNO QUE NOS DIMOS Y 2 SOLES HERMOSOS QUE ILUMINAN MI VIDA COMO VOS LO ASIAS MI PIOJO TE AMO Y ESO NUNCA VA A CAMBIAR SIEMPRE VAS A VIVIR EN MI»

La mujer se refería a «Piojo», padre de sus hijos que hacía diez años había muerto en un hecho de inseguridad. Este posteo fue tomado por su hermana, Vanesa, que luego también encontraría la muerte a quien ella había agregado: «NUNCA VAS A ESTAR SOLA HERMANA EL PIOJO NOS DEJO LO MAS HERMOSO EN ESTA TIERRA FABIANA Y URIEL. LOS AMOOOOOO NUNCA TE VOY A DEJAR SOLAAA»

Y también pudo saberse que la madre de Romina había realizado un comentario recordando con cariño al «Piojo». El haber leído esto pudo ser el detonante de la pelea que desembocó en la muerte. Por lo menos esto le habría contado Uriel a los vecinos y familiares cuando corrió ese fatídico domingo de la casa, huyendo de la furia de El Chino.

VÍCTIMAS CON HERIDAS DE POR VIDA

Tres fueron las personas que resultaron víctimas por heridas de bala y que se recuperan: Cinthia, la amiga y vecina, Mónica, la mujer embarazada, esposa del hermano de Romina, y su hija Camila de 12 años. Todas ellas están fuera de peligro y con el tiempo podrán retornar a sus hogares.

Pero que no hayan encontrado la muerte no significa que no hayan salido heridas en sus pérdidas irreparables. Como así también cinco chicos que quedaron totalmente huérfanos.  Los tres hijos de Vanesa y Darío (la hermana de Romina) quedaron sin padre y madre y sin abuela materna.

Por su parte los hijos de Romina: Uriel y Fabiana ya habían perdido a su padre hace 10 años, paradójicamente a metros de donde ahora El Chino acribilló a balazos a su madre. «El Piojo», ese destinatario del recuerdo y del posteo de Romina había sido asesinado en un intento de robo de un balazo en la cabeza, en la puerta de la casa donde este domingo ellos perdieron también a su mamá.

Y Mateo, ese bebé que iba a nacer al día siguiente de la tragedia y que, no encontró resguardo ni siquiera en el lugar más cálido que un ser puede estar, en el vientre materno.

Toda situación donde una persona resulta muerta brutalmente genera siempre un infierno para el entorno, para los amigos, para los familiares. Pero este caso en donde seis personas perdieron la vida, ese dolor se multiplica por diez, por cien, por mil… No se puede medir. No se puede medir de ninguna forma el daño que Diego Loscalzo causó con su accionar. No alcanza con que él le diga a su psicóloga que quiere matarse, que lo ayude a matarse porque no quiere enfrentar lo que pueda pasarle en la cárcel. Ahora será turno del Juez Alfredo Meade encontrar un castigo que siempre va a tener gusto a poco pero, que de todas maneras, es obligación encontrar.

 

 

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