Por Gabriela Chamorro.
Detuvieron a un menor de edad por el asesinato de Juan Gregorio Díaz. El hecho se había producido el 7 de junio cuando Díaz iba a buscar a su hijo en moto a la salida de la escuela. Falta detener a un cómplice.
La ciudad todavía llora la muerte de Juan Gregorio Díaz, asesinado a sangre fría cuando fue a buscar a su hijo a la salida de la escuela el 7 de junio pasado. No hay consuelo. No hay explicación.
Luego de una exhaustiva investigación del hecho, que incluyó el peritaje de varias cámaras de seguridad, la recepción de llamadas anónimas con datos de ese día y la toma de declaraciones a testigos del hecho se logró la detención de un menor, de nombre Ilán Nehuen de 16 años que sería quien disparó el arma. Ilán fue señalado en rueda de reconocimientos por el hijo adolescente de Díaz, ese a quien su padre protegió con su propio cuerpo esa noche fatídica. El adolecente jamás iba a olvidar el rostro y los ojos celestes de quien mató a quemarropa a su padre y le disparó a él.
Un Instituto de Menores de La Plata es, en principio el destino del asesino. Ilán vivía con la madre de nombre Jessica, en el mismo barrio donde cometió el asesinato, exactamente a tres cuadras de donde ocurrió el hecho. Muchos piensan que siendo aún más chicos tanto el homicida como el chico que sobrevivió pueden haber coincidido en alguna canchita de fútbol. Lo que no coincidió fue la forma en que se criaron. El padre de Ilán estaba preso, y su madre con prisión domiciliaria procesada en una causa de narcotráfico. Por lo tanto el chico creció con drogas y armas a su alrededor y ya con 15 años había cometido varios asaltos a punta de pistola. De hecho, al llegar a la vivienda ubicada en Santa Mónica al 4500, entre El Cóndor y Kiernan, los policías que realizaron el allanamiento que culminó con su detención encontraron estupefacientes, sustancias para cortar la droga, balanzas para medirla y un elemento que prueba sus fechorías: en la parte trasera de la casa había una moto desarmada, que había sido robada hace poco tiempo y tenía pedido de secuestro activo.
Díaz trabajaba como operario de mantenimiento en un Hospital de Ramos Mejía, sus compañeros aseguraban que no hacía más que mostrar fotos de su familia, de Vanesa, su mujer y de sus hijos de 15 y una nena de 5, también colaboraba fuera de horario con la fundación que tiene la empresa.
Pre0cupado por la inseguridad Juan iba a buscar a su hijo en moto al Colegio Parroquial Santa Marta ubicado en Vergara y Zalazar. Allí Juan Ignacio cursaba sus estudios secundarios en el turno noche. Prefería ir en moto y no en auto para ingresar rápido a su casa y evitar una entradera.
Pero ninguna de estas previsiones lo salvó. Esa noche del 7 de junio fue a buscar a su hijo Juan al colegio y luego de recorrer cinco cuadras en la moto KTM Dukede 250 cc se dio cuenta que lo seguía otra moto con dos personas. Aceleró, intentó escapar, pero la balacera se lo impidió. Perdió el control y cayó en la esquina de Kiernan y Orué. El delincuente volvió a dispararle y se hizo con su botín. Ahí los dejó desangrándose hasta que los vecinos los ayudaron. Díaz fue trasladado en ambulancia hasta el Hospital Posadas, de Haedo, donde murió cuando era intervenido quirúrgicamente. Su hijo quedó allí internado.
Los fiscales Claudio Oviedo y Patricio Pagani de la Fiscalía N°5 de Morón, fue-ron ordenados y meticulosos en la investigación con la policía que culminó con la detención de Ilán.
La policía también allanó la casa de quien sería el presunto conductor de la moto y cómplice del homicida, fuentes de la investigación indicaron que no se encontraron elementos que lo comprometieran con la causa o que sirvieran para poder probar su responsabilidad en el crimen.
Desde la Secretaría de Seguridad de Hurlingham -a cargo de Damián Feu- y el Ministerio de Seguridad bonaerense se han realizado muchas medidas de seguridad en contra del narcomenudeo en el distrito y gran cantidad de esos procedimientos tuvieron foco en Villa Tesei. En abril fueron detenidas 9 personas que conformaban una banda que lideraba un búnker de venta de estupefacientes. También se multiplicaron los controles, se ampliaron la cantidad de cámaras en el distrito y las postas policiales pero cuando un hecho tan doloroso para toda la ciudad como este, ocurre, parece que nada alcanza, que nada es suficiente.
Los compañeros de Juan Gregorio Díaz sintetizaron su dolor con una reflexión que escribieron en facebook, una reflexión que duele, pero es real: «Una familia quedó destruida. Un hijo vio morir a su padre. El único sustento económico que tenía esa familia ya no está. Una vida fue arrebatada por un elemento material. Esto, definitivamente, no puede volver a ocurrir».