La noche del golpe y la dictadura en la política municipal

Los golpes a los gobiernos democráticos fueron habituales en el siglo XX. En nombre de la República, sectores poderosos de la sociedad civil facilitaron la llegada de las Fuerzas Armadas al poder. Las consecuencias fueron nefastas y cruentas.

En la noche del 23 de marzo de 1976 el intendente de Morón Eubaldo Merino, inquieto por lo rumores de que podía haber un golpe de Estado fue, junto a otros intendentes, a la Casa Rosada. Merino, vecino de Villa Tesei había sido elegido intendente por el peronismo en 1973. Los recibió el ministro de Defensa, José Deheza, que les dijo que había conversaciones entre la presidente María Estela Martínez y los comandantes de las Fuerzas Armadas, pero que «se quedaran tranquilos». Los intendentes le hicieron caso y se fueron a cenar por la zona de Retiro. Pasada la medianoche vieron varios tanques y tanquetas avanzando rumbo a la Casa Rosada.

Merino salió del centro porteño directamente a la Municipalidad de Morón y recuerda que apenas intentó ingresar, un militar le dijo: «La municipalidad está bajo el mando de las Fuerzas Armadas, preséntese al mediodía».

El propio Merino contó lo que pasó ese 24 de marzo al mediodía en una nota al portal 24CON: «Cuando llegué me ordenó que me hiciera cargo de la intendencia. Yo le dije que no. Que bajo ningún punto de vista iba a firmar un decreto con un gobierno militar. Entonces él me respondió que si no asumía me tendría que detener. Le dije que lo hiciera, pero que yo no aceptaría. Al final ganaron mis principios y me dijeron que me fuera. A los pocos días Morón tuvo un nuevo intendente: un comodoro de la Fuerza Aérea».

El Proceso de Reorganización Nacional, como fue proclamado por las Fuerzas Armadas el gobierno de facto que encabezó el Teniente General Jorge Rafael Videla, llegó al poder con un fuerte consenso.  La complicidad de un influyente sector de la sociedad civil con el golpe fue indisimulable. Poco importó que en pocos meses más hubiera elecciones. Fue preferible golpear las puertas de los cuarteles y así, por  el poder de algunos jueces, empresarios, periodistas y dirigentes políticos opositores al peronismo, los militares usurparon el poder con notable comodidad, frente a la mirada complaciente de una parte importante de la sociedad,  que incluyó a importantes franjas de la clase media, orgullosas de afirmar que «los argentinos somos derechos y humanos».

Mientras tanto en la provincia el gobierno quedó en manos de Ibérico Saint Jean y en Morón el Comodoro (retirado) Raúl Pires Apolonia se hizo cargo de la intendencia y de todas las atribuciones que ejercía el Concejo Deliberante.

Como una consecuencia menor al lado de los años de horror que prosiguieron al golpe, «la dictadura buscó ampliar su base de sustento a partir de las entidades de bien público y las asociaciones civiles vecinales y fomentistas», tal como lo explicó la historiadora Graciela Saez. La estrategia de Saint-Jean fue encontrar en el vecinalismo la forma de inserción del gobierno militar en la sociedad civil, descentralizando decisiones en los municipios y que estos fortalecieran a las «entidades de bien público».

Ese apoyo al fomentismo ocurría siempre y cuando, las dirigencias vecinales demostraran adhesión irrestricta al régimen imperante, de no ser así, a las entidades no adeptas, como mínimo, se les quitaba respaldo económico o se las intervenía.

Extraído de «Hurlingham, Todos los Tiempos» / Rody Rodríguez

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